“Jehová está lejos de los impíos; Pero él oye la oración de los justos” (Proverbios 15:29)
“Tú oyes la oración; A ti vendrá toda carne” (Salmo 65:2)
La Biblia muestra evidentemente que Dios responde las oraciones de quienes, reconciliados con él, gozan de su comunión y se comunican naturalmente como un hijo lo hace con su padre por medio de la oración. Por eso, en ese sentido, son los creyentes únicamente los que tienen el privilegio de la oración. “Claman los justos, y Jehová oye” (Salmo 34:17) Y es esta parte del justo que vio el ciego del evangelio de Juan que gozaba Jesús y que no gozaban los otros.
Los que rechazan a Dios, no oran. Los que no conocen a Cristo, pueden llegar a tener actividades religiosas, y formular rezos y peticiones, pero eso no tiene nada que ver con la comunicación que mantiene el creyente con Dios por medio de la oración. Ahora bien, esto es así y es un aspecto de la cuestión. Lo que no quiere decir, que quien no conoce al Señor, no puede ser escuchado nunca por Dios. Pues, de ser así, nadie podría ser salvo. Para ser salvo, el hombre necesita dirigirse a Dios reconociendo su pecado y aceptando a Cristo. Por eso, toda oración en arrepentimiento o confesión de culpa, Dios la recibe, así como puede escuchar y responder a quien clama a él en un determinado momento de su vida pidiendo su gracia, porque Dios es Dios, y obra en su amor y su gracia tal como él quiere.
Pensamientos para reflexionar