“Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá” (Mateo 7:7,8)
“Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor”
“Sin fe es imposible agradar a Dios… Es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan” (Hebreos 11:6)
Hay quienes dicen: Yo oro, pero Dios no me escucha. Nunca tengo respuesta… es como que Dios no me tiene en cuenta…
Esas personas deben saber que Dios siempre escucha y siempre responde, aunque no sea de la manera esperada, porque Dios obrará siempre para nuestro bien, pero conforme a su voluntad. Y, además, deben saber que todos son tenidos en cuenta, porque Dios no desestima a nadie. (Job 36:5)
Sin embargo, hay personas que se sienten el cielo cerrado. En esos casos es necesario que analicen el estado en el que se encuentran cuando presentan sus peticiones, ya que la oración no es algo mágico, ni un amuleto que tiene poder, sino el medio de pedirle a Dios, en quien se encuentra el poder.
Hay cosas que debemos considerar: Por ejemplo: Hay personas que viven sin pensar en Dios, sin tenerlo en cuenta y hasta dudando de su existencia, pero que oran cuando se encuentran apremiadas o en gran angustia y piden como si Dios tuviera la obligación de concederles todo lo pedido. Así no funciona la oración. Orar es un privilegio que tenemos los que somos suyos por la fe en Jesucristo, quienes conocemos a Dios como Padre y podemos hablar con él presentándole todas nuestras situaciones. Orar es hablar con Dios, sin demandas ni exigencias, confiando plenamente en su amor.
(Continúa en la parte 2, con algunos puntos a tener en cuenta)
Pensamientos para reflexionar