
“Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8)
“Pues el Padre mismo os ama, porque vosotros me habéis amado, y habéis creído que yo salí de Dios” (Juan 16:27)
Dios es amor. No solamente siente y obra en amor, su esencia es amor. Ante eso, podemos exclamar: ¡Qué Dios como nuestro Dios! Los paganos tienen dioses exigentes a los cuales constantemente hay que calmar. Dioses demandantes que continuamente piden y carecen de sentimientos. Ninguno de esos ídolos se puede comparar con el único Dios verdadero (Juan 17:3) Por eso para los gentiles, el mensaje de la gracia de Dios que habla de un Cristo crucificado por nuestros pecados, es una locura. (1 Corintios 1:23) No cabe en la mente de los paganos un Dios de amor y de gracia que se brinde y dé, sin exigir primero.
El amor de Dios se manifiesta y está declarado en su Palabra. Primeramente, él ama a su Hijo (Juan 3:35, 5:20) Quien nos amó como el Padre lo había amado (Juan 15:12) Lo amó desde antes de la fundación del mundo y también porque él vino a poner su vida conforme al plan redentor (Juan 10:17 17:24)
También ama a los suyos y lo hace con amor eterno (Jeremías 33.1) Ama a su pueblo Israel y ama con benevolencia a todos los seres humanos. “Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna. (Juan 3:126)
¡¿Cómo no entregarle nuestra vida a un Dios tan maravilloso?!
Pensamientos para reflexionar