“Mas ellos no obedecieron, antes endurecieron su cerviz, como la cerviz de sus padres, los cuales no creyeron en Jehová su Dios” (2 Reyes 17:14)
“Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios” (Romanos 2:5)
Aun teniendo claro que Dios quiere que todos sean salvos, algunos piensan que cuando una persona o un grupo de personas endurecen su corazón, eso, muchas veces no es culpa de ellos, sino de Dios.
Esta acusación es injusta. Tenemos ejemplos en la Biblia que muestran que Dios aunque soberano para hacer lo que quiera, cuando quiera y de la manera que quiera. No priva a nadie de la salvación, ni predestina a algunos para que se pierdan independientemente de lo que estas personas sientan y hagan. El hombre es quien endurece su corazón, como el caso de Faraón en tiempos de Moisés, el cual endureció una y otra vez su corazón hasta que Dios lo entregó a su obstinación, corroborando su endurecimiento.
Tengamos siempre presente, que es el hombre quien no debe endurecer su corazón (Hebreos 4.7) Dios siempre avisa y se anuncia. Tanto en lo personal para salvación, como para las responsabilidades del testimonio colectivo. Siempre hay un apercibimiento “Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete… pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido. (Apocalipsis 2:5) Y si a veces, pareciera que Dios cegara a los que se van a perder, porque siguen de mal en peor. Debemos recordar que así como todo lo que es para salvación proviene de Dios, la perdición es únicamente responsabilidad del hombre.
Pensamientos para reflexionar