“Si alguno habla, sea como los oráculos de Dios; si alguno ministra, sea como del poder que suministra Dios: para que Dios sea glorificado en todas las cosas, por medio de Jesucristo; cuya es la gloria y el dominio, por los siglos de los siglos. Amén” (1 Pedro 4:11)
“Porque si todos profetizan, y entra algún incrédulo o indocto… así, postrándose sobre el rostro, adorará a Dios, declarando que verdaderamente Dios está entre vosotros” (1 Corintios 14:24,25)
Cuando el poder espiritual disminuye, la carne lo suple.
Cuando falta la fuerza espiritual, el creyente debe humillarse y pedirle al Señor su gracia para corregirlo. Pero, lamentablemente, la realidad nos muestra que no siempre es así. Aun en los círculos de sana doctrina, por falta de humillación se suple la falta de poder espiritual por la fuerza en la carne.
Esto es al menos lo que se ve lamentablemente.
Por ejemplo: Cuando faltan las fuerzas para congregarse, no se llora ni se hace lamentación ante Dios por eso, sino que se nivela para abajo suspendiendo las reuniones.
Cuando se constata que hay pocos hermanos en el estado conveniente para hablar y edificar a la Iglesia, como la Biblia enseña (1 Corintios 14:26) Entonces, para no fallar, se confecciona una lista, diciéndole a cada uno que se prepare para predicar un día previamente asignado. Supliendo la dirección del Espíritu por la del hombre. Así como también se estipulan leyes que regulen todo y que suplan el buen juicio espiritual que debería haber en la congregación.
De esa manera se sigue adelante. La iglesia continúa y nunca faltan líderes de conducción ni de servicio, pero la fuerza espiritual es poca y se nota, porque la salida no está en suplir la fuerza que produce todo en la Iglesia, que es la del Espíritu, por la de nosotros que es la de la carne.
Pensamientos para reflexionar