
Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, será salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. (Romanos 10:8-10)
“Todo aquel que me confesare delante de los hombres, también el Hijo del Hombre le confesará delante de los ángeles de Dios” (Lucas 12:8)
En la actualidad, vemos a personas que son creyentes como por decantación. Esto es engañoso. Nadie pasa de la muerte a la vida, nace de nuevo y es aceptado por Dios gradualmente, como por decantación, sino, de una vez para siempre cuando confiesa su fe en Jesucristo. Sin embargo, hay personas que de repente cambian su postura ante Dios y aceptan inclusive asistir a las reuniones cristianas. En las reuniones, poco a poco se muestran interesados y manifiestan estar de acuerdo con el mensaje bíblico. Siguen asistiendo, comienzan a leer la Biblia, cambian su manera de hablar tomando un léxico cristiano… y de repente, esta clase de personas, es considerada como estando dentro del círculo de los salvados, como creyentes en Jesucristo sumados a los renacidos. ¡Cuidado! Esto generalmente es un gran engaño.
Toda persona que escucha el mensaje del evangelio y recibe por fe a Jesucristo como su único y suficiente Salvador, no debe negar ese hecho, sino confesarlo. Nadie puede aceptar a Cristo y pasar desapercibido, porque una salvación completa, implica confesión “Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (Romanos 10:10) La confesión, obviamente, es primeramente ante el Señor, pero también una confesión pública.
La persona que no confiesa al Señor, se autoengaña pensando tener una relación con Cristo, cuando en realidad nunca lo recibió verdaderamente como su Salvador.
Pensamientos para reflexionar