“Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1 Juan 2:1)
“El redentor de ellos es el Fuerte; Jehová de los ejércitos es su nombre; de cierto abogará la causa de ellos” (Jeremías 50:34)
La Biblia nos habla de Cristo como nuestro abogado, función que cumple de una manera muy distinta a lo que muchas veces lo imaginamos.
Cuando alguien efectúa un delito o lo culpan de algo, necesita los servicios de un abogado. El abogado en ese caso será quien le aconseje de allí en adelante lo que tiene que hacer y decir, impidiendo por todos los medios que sea condenado. Habrá casos en que le preparará la defensa diciéndole lo que tiene que declarar, otras veces, le dirá que no declare ni confiese nada, según la estrategia que vaya a utilizar. Cristo, actúa de una manera diferente.
Cristo es nuestro abogado (1 Juan 2:1) nuestro paracleto. Parakleton en griego. Se traduce también como consolador, consejero, defensor, asesor. Cristo es quien toma la causa en sus manos cuando como creyentes hemos pecado y no la deja hasta que nuestra comunión con el Padre se restablezca nuevamente.
Que la palabra paracleto se traduzca como abogado está bien, pues, él habla y nos representa, como lo hace un abogado en los usos comunes. Pero la diferencia con Cristo, es que nuestro Señor, no toma nuestra causa para evitarnos la condenación. Esto, ya lo hizo en la cruz y Dios nos perdonó todos nuestros pecados completamente (Colosenses 2:13) Por eso ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús (Romanos 8:28) sino que nos conduce a restablecerla.
Pensamientos para reflexionar