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“Cuando yo decía: Mi pie resbala, Tu misericordia, oh Jehová, me sustentaba. En la multitud de mis pensamientos dentro de mí, Tus consolaciones alegraban mi alma” (Salmo 94:18,19)
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios” (2 Corintios 1:3,4)
Cuando miramos por la ventana como cae la lluvia en invierno, y llueve por semanas enteras, uno mira, y parece como que siempre va a llover. Sin embargo, luego la lluvia para y nuevamente resplandece el sol.
Así sucede siempre en la vida. Muchas veces, cuando pasamos por momentos de prueba, nos parece que las cosas no van a cambiar nunca y desesperamos, olvidándonos que por encima de esas situaciones está el Señor manejándolo todo, y él es quien nos ha prometido que no permitirá que seamos probados más de lo que podamos soportar (1 Corintios 10:13)
Si sufres en este momento, no desesperes. “Él es el que te sostiene con su mano derecha y te dice: No temas, yo te ayudo” (Isaías 41:13) “Él no se adormecerá, ni se dormirá” (Salmo 121:4) Nada de lo que te ocurre le es ajeno. “Quien que te toque, “toca la niña la niña de su ojo” (Zacarías 2:8)
Pronto esta tormenta pasará y volverá a salir el sol, y no sabrás ni cómo, pero habrá quedado atrás y volverá a resplandecer la luz, quedando solamente el recuerdo. Recordarás cuán importante fue haber buscado a Dios en ese momento, y haberle volcado tu corazón, sin reservas contándole todo, y te maravillarás viendo como él condujo todas las cosas para bien. Entonces te levantarás para ayudar a otros, con la misma consolación que consoló tu corazón.
Pensamientos para reflexionar
