“Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Génesis 2:7)
“Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5:12)
“Porque, así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados” (1 Corintios 15:22)
El pecado de nuestros primeros padres produjo muerte espiritual.
Adán pecó, por eso nos dice la Escritura que el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte: física y espiritual. Con las bendiciones de Adán fuimos bendecidos, porque adán era nuestra cabeza federal, y su justicia como su pecaminosidad fue imputada a todos los que estábamos debajo, representados en él.
Por Adán tenemos una vida distinta a la de los animales, por ejemplo. Porque él fue hecho alma viviente, es decir que la vida que Dios sopló en él y por lo cual pasó a ser un ser viviente, le fue comunicada al género humano. Pero, con la introducción del pecado, también ingresó la muerte y la muerte pasó a todos los hombres. (Romanos 5:12) En Adán, todos mueren dice la Escritura, así que toda persona en su estado natural, está muerta espiritualmente. Y quien se presente ante Dios al morir, y no tenga otro vínculo con él que el que le fue dado en Adán, sufrirá la muerte eterna, pues representado en Adán, no hay esperanza para los pecadores.
Debido a eso, es que Dios envió a su Hijo desde los cielos, para que, tomando la causa del hombre, se presentara como sustituto en el juicio por el pecado “Para que todo aquel que en él cree, no se pierda, más tenga vida eterna” (Juan 3:16)
Pensamientos para reflexionar