“Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante. Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual. El primer hombre es de la tierra, terrenal; el segundo hombre, que es el Señor, es del cielo… Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial” (1 Corintios 15:45-49)
El hombre por naturaleza es un alma viviente. Esto nos enseña que, somos almas vivientes que habitamos en cuerpos mortales. Sin embargo, los seres humanos, aunque con vida física para vivir en la tierra, desde la introducción del pecado, están afectados por la muerte espiritual. El pecado los ha separado de Dios, y distanciado de Dios han perdido toda sensibilidad espiritual. Esto, básicamente, en relación con Dios, pues, obviamente, no quiere decir que los hombres no tengan sensibilidad para las cosas humanas, o para vivir en pecado, sino para sentir las cosas como realmente son ante Dios.
Dios, teniendo misericordia de nosotros, almas sufrientes bajo el poder del diablo. Viéndonos muertos en delitos y pecados, por su gran amor con que nos amó, nos dio vida juntamente con Cristo (Efesios 2:5) Nuestro Señor llevó a cabo la obra. El postrer Adán, Cristo, es espíritu vivificante. Es decir, quien nos da vida. La nueva vida, recibida por Cristo, el postrer Adán, es vida eterna.
Los seres humanos estamos representados por dos hombres. Los que no han recibido a Cristo, son representados y vistos en Adán, pero en Adán, muertos en delitos y pecados. Los que confiamos en Cristo, el postrer Adán, como Salvador, somos perdonados y aceptos en el Amado (Efesios 1:6) Por lo tanto, tenemos ya la vida eterna, y esperamos ser revestidos de cuerpos inmortales a la imagen de nuestro Señor.
Pensamientos para reflexionar