SI CONFESAMOS NUESTROS PECADOS

“Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones al Señor; Y tú perdonaste la maldad de mi pecado” (Salmo 32:5)


Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad. (1 Juan 1:9)

La confesión del pecado ante Dios, es algo imprescindible para recuperar la comunión perdida.

La palabra confesión en el original significa algo así como: “Hablar lo mismo, decir lo mismo” Por eso es que la confesión viene luego del arrepentimiento como algo normal en el alma abatida.

Confesar el pecado a Dios es algo más profundo que el hecho de pedir perdón.

Por ejemplo: Quien robó, puede sentir remordimiento al ser descubierto y automáticamente pedir perdón. Este acto de pedir perdón no necesita un gran trabajo de alma, sino, solamente el hecho de sentir el peso de las circunstancias en su conciencia.

En cambio, una persona  redargüida por Dios en cuanto a su falta, irá más a fondo y confesará lo que hizo, diciéndole a Dios en detalle todo lo que ha hecho.

Dirá: Dios mío, he pecado.  Tomé lo que no me correspondía. Hice lo que no te agrada. Tú dices: no hurtarás y yo hurté. No tengo justificativo. Sabía que estaba mal y de todos modos seguí adelante.

Esa confesión da paz y dice de alguna manera lo mismo que Dios le diría a quien haya pecado, referente a lo que hizo.

El que confiesa sus pecados y se aparta, alcanzará misericordia (Proverbios 28:13)


Pensamientos para reflexionar

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