SENTIRSE PERDIDO

“Elegidos según la presciencia de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo” (1 Pedro 1:2)


Cuando alguien cae al agua y no sabe nadar, el guardavidas se arroja presurosamente, y espera el momento propicio para intervenir, ya que si lo hace inadecuadamente no puede hacer efectivo su salvataje. La gente en esas situaciones desesperantes,  arrojan manotazos, llevándose consigo todo cuanto encuentren a su alcance. Dicen que, cuando el guardavidas ve que  agotaron  sus fuerzas, recién interviene y los salva.

Así sucede con la salvación. El hombre en peligro de muerte, da manotazos de ahogado en cualquier dirección, intentando salir a flote. Hasta que exhausto, habiendo agotado todas sus fuerzas, se entrega a Cristo, quien entonces interviene y lo salva.

Para que el hombre sea salvo, el Espíritu Santo hace un trabajo especial. No solo le hace ver al hombre su perdición, sino también, sentir realmente su perdición, convenciéndolo de pecado.

Sin la intervención del Espíritu no hay salvación.

En la salvación se manifiesta Dios en su trinidad. El padre enviando a su Hijo. El Hijo entregándose en sacrificio,  y el Espíritu Santo convenciendo a los hombres de pecado y forzándolos a entrar (Lucas 14:23)

Para ser salvo se necesita algo más que saberse perdido, y es justamente: Sentirse perdido.

Muchos fueron iluminados (Hebreos 6:4) y conocen su estado de perdición, pero, el Espíritu Santo, debe trabajar más profundamente en ellos, para que además sientan su perdición, y reciban al Salvador Jesucristo.


Pensamientos para reflexionar

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