
“No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado” (Romanos 6:12,13)
El pecado entró en el mundo por un hombre y por el pecado la muerte… El pecado abundó… El pecado reinó para muerte. (Romanos 5:12,20 y 21)
La epístola a los Romanos nos da una descripción perfecta de lo que ha hecho el pecado en el mundo y en nosotros. EL PECADO ENTRÓ, EL PECADO ABUNDÓ Y EL PECADO REINÓ.
El Señor Jesús, no quiso dejarnos en ese estado tan triste, y vino hasta nosotros para ser nuestro Sustituto en el juicio que merecíamos, ya que “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23)
Ahora, para ser librados de los efectos devastadores del pecado, necesitamos dejar que el Señor, también en nuestra vida, ENTRE, ABUNDE Y REINE.
El Señor Jesús desea entrar en el corazón y dice: “Dame, hijo mío, tu corazón… He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo. (Proverbios 23:26- Apocalipsis 3:20)
Él quiere que tengamos abundancia de lo suyo: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (Juan 10:10) Quienes lo reciben, “reciben la abundancia de la gracia” (Romanos 5:17)
Los que dijeron conscientes o inconscientemente “No queremos que este reine sobre nosotros” (Lucas 19:14) Ahora deben recibirlo como Señor y dejar que reine en sus corazones.
Pensamientos para reflexionar
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