
Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación… Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios. (2 Corintios 5:18,20)
El apóstol Pablo dijo: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18) Y verdaderamente es así para los creyentes. Aquí en la tierra podrá haber dolor y sufrimientos, pero nada es comparable con lo que nos espera en los cielos.
Esto nos hace pensar también en aquellos que todavía no han recibido a Cristo como su salvador. Ellos también sufren y tienen problemas, y muchas veces los creyentes les presentamos la solución para todos esos problemas en Cristo, sin llevarlos más allá, donde se encuentra su verdadero problema. Su estado de perdición. Pues para ellos es a la inversa. Las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la condenación eterna a la que se encaminan.
Las personas que no conocen a Dios, no ven muchas cosas, pues están en tinieblas, a oscuras, e inmersos en un ambiente sin luz no se dan cuenta como son realmente las cosas. A oscuras, tropiezan, se hieren, confían en cosas engañosas y sufren. Pero todo eso no es comparable con lo que les espera si no se reconcilian con Dios. Por eso, hoy los creyentes, le decimos a quienes aún no han dado el paso de fe. “Como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios” (2 Corintios 5:20)
Pensamientos para reflexionar