“Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre” (1 Pedro 1:23)
Quien escucha el mensaje del evangelio, debe tomar una actitud correcta de corazón.
A nadie le gusta que le digan lo que tiene que hacer, pero, ante el mensaje del evangelio es distinto, porque es Dios el que habla dirigiéndose al corazón y a la conciencia, aunque para eso, utilice diversos medios.
Hay quienes argumentan no tener fe, como personas a las que Dios no les dio el privilegio de creer que tienen los creyentes, y con eso, se excusan.
Esas personas, deben saber que la fe no es algo inherente al hombre. La fe es un don de Dios (Efesios 2:8) y Dios, se complace en darla, a quienes reciben lo que él declara. Quienes bajo el efecto de la Palabra y del Espíritu Santo, son trabajados y conmovidos, se sienten pecadores y despojados de todo pensamiento preconcebido rinden sus corazones.
Por eso es muy importante la expresión que dice:
“Recibid con mansedumbre la palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas” (Santiago 1:21)
La palabra implantada, es la palabra del evangelio que se ha escuchado, la cual, Dios coloca como una semilla para darnos la nueva vida. (Santiago 1:18)
Esa palabra hay que recibirla, no cuestionarla, ni desecharla. Quienes sencillamente la reciben, experimentan y atestiguan que Dios es veraz y pasan de un estado de muerte espiritual a la vida eterna en Cristo Jesús.
Pensamientos para reflexionar