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“Lo vence Dios, no el hombre” (Job 32:13)
¡Qué maravilloso es el poder de la Palabra de Dios! Ella actúa y logra, lo que nosotros jamás podríamos.
La Palabra es el medio utilizado por Dios para lograr su deseo: “Que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4)
Sin la Palabra de Dios obrando por el poder del Espíritu, nadie alcanzaría la salvación de Dios.
También la Palabra de Dios, viva y eficaz (Hebreos 4:12) es la que tiene el poder de convencernos y redargüirnos. (2 Timoteo 3:16) para que cambiemos de pensamiento y obremos como debemos obrar.
Sabiendo esto, debemos tener siempre a flor de labios la Palabra de Dios, para poder hablar palabras de gracia, sazonadas con sal. (Colosenses 4:6)
Podemos elocuentemente, mostrarles y puntualizarles los errores a los inconversos, pero, sin la Palabra de Dios que los ilumine, muestre y toque, además de sus conciencias, sus corazones, ellos no cambiarán.
Igualmente, sucede ante los creyentes con doctrinas equivocadas. Uno quisiera convencerlos explicándoles sus equivocaciones, pero, esto no los hace cambiar, por una cuestión de preferencia. Ellos quieren congregarse en los lugares que están, y aunque le digamos que están en una falsa doctrina, es como que no les importa.
Si les compartimos la Palabra de verdad, ella será la que tendrá el poder de tocar sus corazones y producir la sincera fidelidad a Cristo.
Pensamientos para reflexionar
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