“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora” (Eclesiastés 3:1)
“En tu mano están mis tiempos” (Salmo 31:15)
Es algo extraordinario el proceso de crecimiento del bambú japonés. Dicen que una vez plantado, bien abonado y regado, tarda siete años sin dar el menor rasgo de crecimiento, pero, cumplido esos años, en sólo seis semanas, llega a veces a crecer hasta treinta metros de altura, transformándose en una caña excelente, reconocida por su resistencia.
Esto ha servido muchas veces de reflexión, para mostrarnos que la aparente inactividad, no es señal de que nada está pasando con nosotros, sino que estamos echando raíces, afirmándonos, creciendo interiormente, para lo que Dios nos tenga preparado.
Dios nos prepara en silencio.
En la actividad, corremos el riesgo de estar demasiado ocupados como para contemplar ciertas cosas de la gracia y grandeza de Dios.
En cambio, como suele decirse: Cuando Dios nos detiene, desde nuestros lechos, estamos obligados a mirar hacia el cielo.
Los tres años de Pablo en Arabia, no fueron tiempo perdido (Gálatas 1:15-24) Tampoco los 40 años de Moisés en Egipto, ni los años pasados en la soledad del desierto, hasta que fuera llamado por Dios para librar al pueblo.
El Señor nos enseña que no debemos quedarnos en la inactividad negligente “En lo que requiere diligencia, no perezosos” (Romanos 12:11) Pero, también nos dice que a sus discípulos, antes de enviarlos a predicar, los llamó aparte para que primeramente, estuvieran con él. (Marcos 3:14)
Pensamientos para reflexionar