
“Diles: Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis…” (Ezequiel 33:11)
“Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar” (Isaías 55:7)
En tiempos de Malaquías el estado del pueblo de Dios era tan malo que, cuando Dios los reconvenía, en lugar de bajar sus cabezas y no decir nada, el pueblo decía abiertamente desde su interior. ¿En qué te hemos deshonrado? … ¿En qué te hemos robado? Y no reconocían que estaban obrando mal.
Dios les decía: “El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? y si soy señor, ¿dónde está mi temor? dice Jehová de los ejércitos a vosotros, oh sacerdotes, que menospreciáis mi nombre. Y decís: ¿En qué hemos menospreciado tu nombre?” (Malaquías 1:6) Pero ellos seguían insensibles, pues, lamentablemente, el pecado no solamente ciego e insensibiliza, sino también estupidiza de tal manera que las personas no se dan cuenta de lo mal que hacen, simplemente porque están rodeados de personas que hacen lo mismo.
Esto que cuenta la Biblia, también sucede hoy en día. Actualmente, la verdad de Dios es menospreciada y sus principios espirituales de santidad son pisoteados por una sociedad que va cada vez más lejos. Por hijos que se levantan contra sus padres. Por personas que levantan contra las autoridades descaradamente y encima preguntan: ¿Qué es lo que les parece mal?, ¿Qué tiene de malo… Pues, convertidos en sus propios Jueces y su propio Dios, dictaminan ellos mismos, lo que está bien y lo que está mal.
Continúa en la parte 2
Pensamientos para reflexionar