(Léase Zacarías 11)
Y les dije: Si os parece bien, dadme mi salario; y si no, dejadlo. Y pesaron por mi salario treinta piezas de plata. Y me dijo Jehová: Échalo al tesoro; ¡hermoso precio con que me han apreciado! Y tomé las treinta piezas de plata, y las eché en la casa de Jehová al tesoro. Quebré luego el otro cayado, Ataduras, para romper la hermandad entre Judá e Israel” (Zacarías 11:12-14)
Luego, rompió el cayado de la unión, llamado ataduras, porque era imposible la unión en el reino de Israel, juntando a Juda y Israel en hermandad para que reine Cristo. El Mesías había sido desechado. En lugar de haberlo reconocido como el Dios de gracia en toda su hermosura, lo despreciaron, y no puede haber unión, ni comunión cuando no se tiene a Cristo. Y notemos bien. A Cristo no se lo puede tener cuando no se lo reconoce como salvador y se lo valora.
Por eso, al estimar su salario, se dice que lo tasaron en treinta piezas de plata, que es justamente el precio que le dieron a Judas por entregarlo a la muerte. Una vida en la cual no vieron la hermosura de la gracia, fue tasada en treinta piezas de plata.
El cayado de gracia que resalta la hermosura y el deleite se rompió. No pudo haber deleite de Dios para con el pueblo que no vio su gracia ni hermosura ni tampoco unión y hermandad en un pueblo divido. Esto dio pie al anuncio de la venida de otro pastor que no tendrá piedad ni amor por las ovejas, en alusión al anticristo. De quien el Señor dijo: “Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viniere en su propio nombre, a ése recibiréis” (Juan 8:43) a quien muchos recibirán de buena gana.
Pensamientos para reflexionar