LA FE Parte II

BREVE MEDITACIÓN SOBRE ROMANOS 10:17

“Así que la fe es por el oír y el oír por la palabra de Dios. 


Continuando con nuestra meditación  acerca de la fe, pasaremos a meditar en el versículo citado de referencia: “Así que la fe es  por el oír, y el oír por la Palabra de Dios” Epístola a los Romanos 10:17

Encontramos en este pasaje  algo maravilloso donde nos detendremos para considerar algunas cuestiones.

Recordamos que el medio por el cual uno se apropia de aquella ¡salvación tan grande! Es la fe. Vimos que Dios es el que  otorga esa fe, tal como lo leemos en (Efesios 2:8) Sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios”  Por lo tanto, queda claro, que la fe,  no es algo que heredamos de Adán y que tenemos dentro, sino algo que recibimos de Dios.

El pasaje a considerar, es el que nos muestra el camino maravilloso por el cual Dios obra la fe en nuestros corazones.

Tengamos siempre presente, que como suele decirse,  cuando las personas se convierten a Cristo, esas conversiones, suelen ser como las impresiones digitales. Todas tienen algo en común, y se parecen muchísimo, pero, ninguna es exactamente igual a la otra. Debido a esto, uno no puede explicar en detalle cómo Dios obra en cada conversión, pues como lo dijo el Señor Jesús. “El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; más ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu” (Juan 3:8) Sin embargo, lo que  sí sabemos, y esto, porque Dios mismo lo reveló, es que esa obra tan maravillosa que salva al hombre, Dios la lleva a cabo por medio de Su Palabra  y la intervención del Espíritu Santo.

Teniendo esto claro, pasamos a ver como “La fe es  por el oír, y el oír por la Palabra de Dios”

Consideraremos en estos momentos cuestiones relativas al sentido auditivo que es uno de los cinco sentidos que Dios le concediera al hombre, tomando las enseñanzas en el sentido espiritual.

Las personas son influenciadas por lo que oyen. Por eso, Satanás, que lo sabe, susurra al oído de la gente, cosas que finalmente, lo terminarán pervirtiendo “Las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres” (1 Corintios 15:33) Porque  sin duda, lo que uno oye afecta nuestra personalidad.

Así como la gente es influenciada negativamente por las insinuaciones  del enemigo, lo es también positivamente cuando logra escuchar esa voz de Dios que lo llama al arrepentimiento.

Lamentablemente, el hombre natural, oye la voz del engañador y le presta oídos, porque esa voz lo seduce, pero no quiere escuchar a Dios Con los oídos oyen pesadamente, Y han cerrado sus ojos; para que no vean con los ojos, Y oigan con los oídos, Y con el corazón entiendan, Y se conviertan” (Mateo 13.15) “He aquí que sus oídos son incircuncisos, y no pueden escuchar; he aquí que la palabra de Jehová les es cosa vergonzosa, no la aman” (Jeremías 6:10)

Esta condición  es terrible, ya que Palabra de Dios que desechan, es la que debe obrar en el corazón, para que crean y se salven.

Siendo esa la condición en la que se encuentran los hombres, Dios es su gracia, tuvo que obrar de una manera especial; ya que se dirige a personas que para poder tener fe, tendrían que estar oyendo su voz, y esto no les es posible, debido a que se encuentran sordos espiritualmente.

Dios sabe, que debemos recibir lo que él nos otorga gratuitamente por fe, y que esta fe viene por el oír; entonces, despierta el oír  en nosotros por medio de Su Palabra.

Es, oyendo la voz de Dios, hablándole al corazón, que el hombre puede ser redargüido, y viéndose  ante Su luz, que terminará rendido a los pies de su salvador. Es, en ese proceso que se produce la fe necesaria para recibir el don ofrecido en Cristo

Analicemos estos pensamientos graficándolos con un ejemplo:

Alguien vive sin ningún conocimiento ni relación con Dios. Ignora que Dios le está hablando cada día a través del testimonio de la creación y por otros medios “Un día emite palabra a otro día… Por toda la tierra salió su voz, Y hasta el extremo del mundo sus palabras” (Salmo 19:4) “En una o en dos maneras habla Dios; Pero el hombre no entiende. (Job 33:14) Esa persona sigue viviendo así, despreocupadamente; pero, de repente, se encuentra confrontada con la Palabra de Dios de una manera directa. Alguien lo invitó a una reunión, escuchó el mensaje del Evangelio, o comenzó a leer la Biblia, y las cosas comienzan a cambiar.

Ese contacto con la Palabra de Dios, era necesario para que la obra se lleve a cabo. La Palabra, que es como “un martillo que quebranta la piedra” (Jeremías 23:29) golpea una y otra vez ese corazón de piedra, y aquella persona que se encontraba en una insensibilidad total en cuanto a las cosas espirituales, empieza a darse cuenta y a percibir que Dios le está hablando. Cuando sucede esto, se despierta ese “oír”

Oirá lo que Dios tiene para decirle. Dios le alumbrará el corazón para que se arrepienta y le mostrará el camino de Salvación que es únicamente Cristo Jesús. Esa persona, que está siendo trabajada por el Espíritu de Dios en esos momentos, experimentará,  que ahora ve de otra manera, aquello, que jamás le  interesó,  y  creerá en  aquello que en otro tiempo no creyó. Porque la fe, que antes no tenía, ahora, sin darse cuenta, la tendrá para reconocerse en su verdadera condición y aceptar a Cristo, como algo dado por Dios; luego de haber oído esa voz, dirigida una y otra vez a su corazón. A la vez, ese oír a Dios hablándole a su corazón, se produjo en él, por medio de la Santa Palabra de Dios que , hablando en el sentido espiritual, despertó su sentido auditivo atrofiado a causa del pecado.

Debido a esto es que no debemos cansarnos de repetir: ¡Cuán importante es predicar la Palabra de Dios! Porque la Palabra del Señor “Es perfecta, y convierte el alma” (Salmo 19:7)

Podemos invitar a la gente para contarle nuestro testimonio públicamente. Pasar una película que los conmueva, o por el contrario hacer más entretenido el mensaje del evangelio con diferentes espectáculos y juegos. Todo esto, puede tocar la parte afectiva de los oyentes, asombrarlos y conmoverlos hasta las lágrimas. Sin embargo, eso no es lo que despierta el oír, ni lo que salva a nadie. Lo emocional no convierte el alma, lo que convierte el alma, es la Palabra de Dios. Por eso cuando Pablo le escribe a Timoteo, no le pide que busque y piense en estrategias evangelísticas adecuadas al lugar en el  que estaba; sino, simplemente le dice: “Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo” (2 Timoteo 4:1-2)

Nosotros, debemos hacer lo mismo. Usar bien la Palabra de Dios, compartirla por todos los medios posibles que tengamos a nuestro alcance. Que todo vaya acompañado con la Palabra, “la cual es viva y eficaz” Hemos sabido de madres y esposas, que ante la negativa de sus esposos e hijos, a todo lo que tenga que ver con Dios; ellas, con toda paciencia,  dejaban pequeñas notas, llenas de amor cada día, pero siempre acompañadas con un versículo bíblico.  Acciones así, acompañando la Palabra de Dios, terminaron por quebrantar finalmente, esos corazones duros de incredulidad. “Porque la fe es  por el oír, y el oír por la Palabra de Dios”

Por esto “Tu ve, y anuncia el reino de Dios” (Lucas 9:60)  “Enseñándoles la Palabra de Dios” (Hechos 8:25) Para que “crean y se salven” (Lucas 8:12) “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu” (Hebreos 4:12) Teniendo siempre presente, que sin la Palabra de Dios y la obra del Espíritu Santo, nadie puede ser salvo.


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