CORONAS

Hay un corito  hermoso para niños que dice: “El cielo es un bello lugar, lleno de gloria y amor…” Y allí nos conducimos todos los que hemos recibido al Señor Jesús como nuestro único y suficiente Salvador. Estar en el cielo será maravilloso. A ese lugar, sólo se accede por gracia.

Curiosamente, ante la gracia, el hombre no reacciona como debería. Como gracia, es un favor o don, no merecido; al hombre, no le gusta tener que recibir las cosas solamente sobre este principio; porque se siente inútil, como quien  no ha participado en el logro. La carne quiere hacer cosas, y por eso mezcla el principio de la gracia con el de las obras. De esa manera se siente conforme, porque si bien, algo recibe por gracia, mantiene lo recibido debido a su esfuerzo, y en eso, tiene su propia gloria.

Dios salva y da bendiciones sobre el principio de la gracia. Todo lo demás que agrega el hombre, para tener su propia satisfacción, en realidad, ofende a  Dios, que es quien le ofrece una salvación completa y perfecta a la que no se necesita agregarle nada.

Cuando se consideran estas cosas, algunos se preguntarán: Si es así ¿las buenas obras, y las vidas enteramente dedicadas, no son consideradas? ¿De qué sirve haberse mantenido fiel durante toda la vida, si finalmente todos iremos al cielo; tanto aquel que siempre fue fiel, como el que vivió toda la vida en pecado y se convirtió al Señor en el  último momento?

La respuesta en realidad es sencilla. Si pensamos en las buenas obras como medio para lograr la salvación, entonces debemos reconocer que allí las obras no tienen ningún valor. Sin embargo, las buenas obras, producidas por Dios a través de nosotros, lógicamente,  sirven. “Somos creados en Cristo Jesús para buenas obras” (Efesios 6:10) “Para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16) Pues,  si bien las buenas obras no son el medio de salvación, ellas, ellas son una muestra de la salvación que poseemos, y  siempre nos acarrearán bendiciones “El que recibe a un profeta por cuanto es profeta, recompensa de profeta recibirá; y el que recibe a un justo por cuanto es justo, recompensa de justo recibirá.  Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa” (Mateo 10:41,42) “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo” (2 Corintios 5:10)

Todos los salvos iremos al cielo por la pura gracia de nuestro Dios, y todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo. Ese tribunal,  no es para saber si seremos perdonados, pues se celebra en los cielos, y es, para que comparezcamos los que ya somos salvos. El tribunal de Cristo, es un tribunal  galardonador. Allí sí,  se hará diferencia entre aquel que vivió toda una vida para su Señor y quien vivió una vida  cristiana mediocre. Quien siempre  fue fiel y quien desperdició sus oportunidades.  Pues, lógicamente, no todos habrán respondido al amor de Cristo ganando las coronas que el Señor les tenía  preparadas.

Todos los salvos disfrutaremos del cielo, pero no todos recibiremos las mismas recompensas, o coronas, como se nos enseña en la Biblia.

Al hablarnos de coronas, Dios nos hace ver por algo tangible y bien conocido, una verdad espiritual muy grande; como lo son las recompensas que recibiremos los creyentes, de acuerdo con la fidelidad que hayamos tenido mientras estuvimos sobre esta tierra, como testigos de su gracia y su amor.

La Biblia nos habla al menos de cinco coronas distintas que es bueno reconocer “para estimularnos al amor y a las buenas obras…” (Hebreos 10:24)

Veamos lo que nos dice acerca de las coronas.

La Palabra “corona” describe una guirnalda entretejida de ramas y hojas, por lo general hecha de olivo o laurel, la cual era colocada sobre los ganadores en una competencia atlética. Estas coronas y la gloria de ellas, duraban solamente un poco de tiempo, por esta razón, cuando, como cristianos se nos insta a correr la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús…” (Hebreos 12:1,2) Se nos recomienda hacerlo de una manera lícita, conveniente, de modo que alcancemos, no una corona pasajera, sino el premio incorruptible que nos tiene reservado  el Señor.

 CORONA INCORRUPTIBLE: “Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible” (1 Corintios 9:25)

En este pasaje, tenemos la mención de una primera corona, la cual, podríamos decir que es la prometida para todos los que corren fielmente la carrera cristiana, no dejándose obstaculizar por nada. Sufriendo el vituperio y lo que se presente para seguir avanzando en el camino de Dios legítimamente, agradándole en todo. (2 Timoteo 2:5)

CORONA DE GOZO. El apóstol Pablo al escribirle a los Tesalonicenses les hace ver que ellos son su corona y su gozo. “Porque ¿cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que me gloríe? ¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo, en su venida? (2 tesalonicenses 2:19) Lo cual hace también con los Filipenses: “Hermanos míos amados y deseados, gozo y corona mía, estad así firmes en el Señor, amados (Filipenses 4:1)  Esta corona de gozo, está reservada para todos aquellos que han ganado almas para Cristo. El Apóstol había llevado el evangelio a estos lugares, y sabía que en ello habría una corona de gozo que el Señor le reservaba en los cielos. Esto está dispuesto para todos los que llevan almas a Cristo y de una u otra manera trabajan y oran para la conversión de las personas. Para todos aquellos que desean participar del evangelio de una manera tan íntima, que puedan decir como el apóstol: “Y esto hago por causa del evangelio, para hacerme copartícipe de él” (1 Corintios 9:23)

CORONA INCORRUPTIBLE DE GLORIA: El apóstol Pedro nos habla de esta corona en el pasaje siguiente Ruego a los ancianos que están entre vosotros,  yo anciano también con ellos,  y testigo de los padecimientos de Cristo,  que soy también participante de la gloria que será revelada.  Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros,  cuidando de ella,  no por fuerza,  sino voluntariamente;  no por ganancia deshonesta,  sino con ánimo pronto;  no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado,  sino siendo ejemplos de la grey.  Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores,  vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria.” (1 Pedro 5:1 al 4)

Como se ve claramente, habrá una recompensa especial, incorruptible de gloria para todos aquellos que han apacentado al rebaño del Señor. Ésta es la corona para los pastores, los ancianos, y todos aquellos que cuidan de las ovejas del rebaño Cristo.

CORONA DE JUSTICIA: El apóstol Pablo al escribirle a Timoteo le dice: “…Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida” (2 Timoteo 4:8) Aquí se ve claramente que habrá una corona de justicia para todos los que aman la venida del Señor Jesús. Notemos bien que no dice, los que esperan la venida, sino los que aman su venida. Para comprender la diferencia, podríamos penar en el caso de un niño que se ha portado mal, al cual la madre le dice que cuando venga su padre arreglarán cuentas. El niño está expectante ante esa venida, pero no por amor, sino por temor. El supuesto niño,  espera, pero no ama esa venida. En cambio, el creyente que ama su venida, espera ansiosamente que venga el Señor, no conformándose con lo que el mundo ofrece, y cómo está siempre expectante, vive como si el Señor Jesús fuera a venir en ese mismo instante; no queriendo que cuando venga lo encuentre haciendo nada indebido 

Por último tenemos la mención de LA CORONA DE LA VIDA: La cual tiene dos menciones claras en las Escrituras: “Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida” (Apocalipsis 2:10) “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman” (Santiago 1:12) En ambos pasajes esta corona está ligada a la fidelidad. Es la que el Señor tiene preparada para aquellos que soportan fielmente las tentaciones y las pruebas por causa de la fe en el Señor Jesús, incluso, llegando hasta la misma muerte. Es una recompensa hermosa que tenemos todos a nuestro alcance, pues todos estamos llamados a guardarnos en fidelidad y  pureza. No importa que piense el mundo, ni las cargadas, ni las consecuencias. Se fiel hasta la muerte, dice el Señor, y quien así lo hiciere, jamás se arrepentirá.

Tengamos en cuenta que todas nuestras labores y nuestros quehaceres son de gran estima delante de Dios, el cual los sabrá recompensar grandemente. Todos pasaremos ante el tribunal de Cristo para ser recompensados. El que allí manifieste que no fue fiel, no será excluido del cielo, ni perderá su salvación, sino que, cómo está escrito: “él sufrirá pérdida” (1 Corintios 3:15) Pérdida de su galardón, de aquello que el Señor tenía preparado para él, cuando en su soberanía, preparó esas “buenas obras para que anduviera en ellas” (Efesios 2:10)

Por eso se nos dice: Mirad por vosotros mismos, para que no perdáis el fruto de vuestro trabajo, sino que recibáis galardón completo. (2 Juan 1:8) y  “He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona” (Apocalipsis 3:11)


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