
“No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él” (1 Juan 2:15)
“¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios” (Santiago 4:4)
El libro de Nehemías, relata que Eliasib era el Sumo Sacerdote, jefe espiritual del pueblo; pero se había emparentado con Tobías, un amonita, enemigo del pueblo de Dios. (Nehemías 2:10, 19) En esto había cometido una falta grave, y más aún, cuando lo alojó en la cámara de la Casa de Dios (Nehemías 13:4,5)
En esa cámara se guardaba el grano, el aceite, el vino, las ofrendas, los utensilios… que sustentaban a los sacerdotes y los levitas para el servicio.
Debido a esto, el servicio de la casa de Dios se vio trastornado. El lugar que debía estar lleno de las cosas de Dios, lo ocupó el enemigo.
Dios provee siempre todo para los suyos. Donde nos congreguemos, él aportará todo lo necesario para que celebremos su nombre. Sin embargo, la cámara donde se deben atesorar esas cosas, muchas veces la ocupa el enemigo y lo suyo.
Cuando el mundo y sus cosas llenan nuestro corazón, el sacerdote no tiene alimento. Le falta fuerza espiritual, figura del aceite; el gozo, prefigurado en el vino, y las ofrendas y todo cuanto necesite para servir. Así comienzan las debilidades en las reuniones, las ausencias, la inactividad…
Hermanos, hagamos como Nehemías, desalojemos de la cámara de nuestro corazón, todo cuanto no sea de Dios, y limpiémonos de toda contaminación de carne y espíritu, para que la actividad espiritual se renueve.
Pensamientos para reflexionar