
“Si mirares a los pecados, ¿Quién, oh Señor, podrá mantenerse? Pero en ti hay perdón, Para que seas reverenciado” (Salmo 130:3,4)
¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia. (Miqueas 7:18)
No hay nada que experimentemos tan placenteramente como el perdón, y esto es porque la culpa es un sentimiento abrumador con el cual no podemos vivir.
Dios es santo y no puede de ninguna manera pasar por alto el pecado (Números 14:18)
Todos somos pecadores. (Romanos 3:23) pero, ¡bendito sea nuestro Dios! Hoy nos ofrece el perdón por medio de Jesucristo, quien padeció en lugar nuestro, sobre la cruz, la condenación del pecado.
Dios ofrece un perdón completo, algo que muchos no entienden.
Generalmente, a los incrédulos, les decimos que sin importar el pecado cometido, Dios los puede perdonar en Cristo. Sin embargo, cuando el que peca es un creyente, lo condenamos por haber faltado a su responsabilidad y muchas veces, para ciertos pecados, es como que no hubiera perdón, obligándolo a vivir con la cabeza gacha.
Esto no es así en Cristo. “Al que dijere: Pequé, y pervertí lo recto…” (Job 33:27) “Contra ti, contra ti solo he pecado, Y he hecho lo malo delante de tus ojos” (Salmo 51:4) Dios lo perdonará.
Porque “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1:9)
Pensamientos para reflexionar