JACOB

“Cantad con gozo a Dios, fortaleza nuestra; Al Dios de Jacob aclamad con júbilo” (Salmo 81:1)


En Jacob, se ven rasgos con los cuales muchas veces nos identificamos.

 Jacob creía en Dios, pero, agregaba lo suyo.

La Biblia dice: “El que creyere no se apresure” (Isaías 28:16) “Porque nosotros… nos gloriamos en Cristo Jesús, no teniendo confianza en la carne” (Filipenses 3:3) A Jacob le costó mucho aprender eso. Él esperaba en Dios, pero, para conseguir sus objetivos, obraba carnalmente.

Finalmente, tuvo un encuentro con Dios que lo cambio todo.

Aquel encuentro en Peniel (Génesis 32:24-31) fue significativo. Ya no más tinieblas, ni sombras de duda. A Jacob, “le salió el sol y cojeaba de su cadera” (Génesis 32:31)

¡Qué maravilla! Alguien que tropezaba frecuentemente con su carne, tuvo un encuentro con Dios, mantuvo una lucha; y fue bendecido recién, cuando fue  tocado en su carne.

Luego de eso, su vida cambió. En adelante,  se mantendría, apoyado, ya no en sí mismo, sino en un bordón, figura del sostén de Cristo.

De Jacob se dice que fue el hombre que nunca caminó tan bien como cuando estuvo cojo, ni vio tan claramente, como cuando sus ojos estaban agravados por la vejez (Génesis 48:10)

Eso, porque su carne había sido tocada, y ahora se apoyaba solamente en Dios.

“Al morir, por la fe,  bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyado sobre el extremo de su bordón” (Hebreos 11:21)


Pensamientos para reflexionar

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