
“Porque nunca usamos de palabras lisonjeras, como sabéis, ni encubrimos avaricia; Dios es testigo; ni buscamos gloria de los hombres…” (1 Tesalonicenses 2:5,6)
Jesús dijo: “Gloria de los hombres no recibo” (Juan 5:41)
¿Cómo podéis vosotros creer, pues recibís gloria los unos de los otros, y no buscáis la gloria que viene del Dios único? (Juan 5:44)
En los evangelios vemos el andar de nuestro Señor. Ellos muestran a Jesús siempre perfecto en todo. Jesús les dijo a los judíos que lo que él hacía, no lo hacía buscando su propia gloria, ni se encontraba afectado porque ellos no le dieran gloria al rechazarlo, pues él, gloria de los hombres no buscaba ni recibía, sino que estaba ocupado en darle gloria a Dios, buscando la gloria del que lo había enviado (Juan 5:41 y 7:18) ¡Qué gloria tan grande se ve en su persona! No solo no buscaba la gloria de los hombres, sino que tampoco la recibía.
Los hombres siempre corremos el riesgo de buscar nuestra propia gloria o de al menos sentirnos cómodos y recibirla si se nos brinda. ¡Cuidado! El Señor no obraba así.
Unos buscan su gloria en el mundo, otros dentro de la misma congregación, o el ámbito cristiano. El principio malo finalmente es el mismo. Su exaltación
Imitemos al Señor Jesús. Y más aún si estamos ocupados en la obra de Dios. Pues el cristiano debe darle la gloria al Señor verdaderamente, no buscar, ni recibir aplausos ni elogios, como es tan común ver actualmente en el mundo cristiano.
Recordemos siempre que el servicio cristiano no es para ser visto de los hombres, y aunque aquí pase desapercibido para muchos, quien lo ve en lo secreto, ya en su momento lo recompensará en público.
Pensamientos para reflexionar