
“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8,9)
“Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado” (Gálatas 2:16)
Jesús dijo, yo soy la puerta, el que por mí entrare, será salvo (Juan 10:9)
Hay muchos que reconociendo que existe un Dios, se acercan a Dios, pero luego se encuentran como ante muchas puertas. No están lejos del reino de Dios (Marcos 12:34) pero tampoco están dentro. Necesitan pasar por la puerta, y a veces no la disciernen. Se encuentran ante otras puertas y piensan que deben entonces pasar por ellas, imaginando que si avanzan a través de ellas experimentarán la paz en su corazón que, sienten todos aquellos que gozan de la seguridad de su salvación. Esas puertas dicen: CONGREGARSE, BAUTIZARSE, DIEZMAR Y OFRENDAR… Y a veces traspasan esas puertas, y luego se dan cuenta que nada ha cambiado realmente en ellos, aunque ahora tienen una religión. Esto sucede porque se han equivocado de puerta.
A Dios no se llega a través de buenas obras, actos religiosos, u ordenanzas bíblicas. Sino a través de Jesucristo.
Cristo es la puerta y por él se abre una entrada maravillosamente amplia de salvación, como para que nadie se tenga que quedar afuera, pero suficientemente angosta para que no ingrese nada de lo nuestro pecaminoso. Por esa puerta se entra en la salvación, pero despojado de toda pretensión de merecimiento. Por allí ingresan los que reconocen la gracia, los cuales, sintiéndose pecadores, proceden al arrepentimiento y acuden a Dios creyendo en Cristo como Salvador.
Pensamientos para reflexionar