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“Jehová miró desde los cielos sobre los hijos de los hombres, Para ver si había algún entendido, Que buscara a Dios. Todos se desviaron, a una se han corrompido; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno” (Salmo 14:2,3)
Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder… para que… llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina. (2 Pedro 1:3,4)
Cuando un joven cristiano compromete su corazón sentimentalmente con alguien que no es de Cristo, muchas veces se conforma viendo gestos y actitudes que son engañosos, pues al ver a la persona de su atracción obrar correctamente, toma eso como evidencias de piedad. Si las mismas cosas las viera en otra persona reaccionaria de otra manera, pues se daría cuenta de que eso solo no alcanza y que si bien, alguien puede obrar correctamente y decir ciertas cosas justas, puede igualmente no ser de Cristo.
Que los seres humanos, a causa del pecado se encuentren en un estado de depravación total, no significa que no puedan ser personas educadas y buenas según la apreciación de los hombres, sino que su naturaleza se ha corrompido y no hay en ellos la capacidad de hacer algo para lograr la salvación por sí mismos.
Siempre se debe tener presente que entre quienes son de Cristo y quienes no, existe un problema de naturalezas, no de cualidades intrínsecas.
Todos los seres humanos, fuimos creados a imagen y semejanza de Dios (Génesis 1:27) Luego, el pecado trastornó nuestra naturaleza humana convirtiéndola en una naturaleza pecaminosa que es corrompida y no tiene mejora. Quienes aceptan a Cristo como Salvador, no mejoran su naturaleza pecaminosa, sino que el cambio que se ve en ellos, es el fruto de la manifestación de una nueva naturaleza dada por Dios. (2 Pedro 1:4)
Continúa en la parte (2)
Pensamientos para reflexionar
