
“Para que ellos también obtengan la salvación que es en Cristo Jesús con gloria eterna” (2 Timoteo 2:10)
Un creyente y su hijo, estaban en el hall de un aeropuerto próximos a embarcar un vuelo, cuando se encuentran con un amigo; quien saludándolos cordialmente, preguntó si viajaban juntos al mismo destino.
El creyente respondió: – ¡Desearía tanto que sí! –
Su amigo, sonriendo dijo: ¿Cómo que deseas que sí? ¿No tienen los boletos?
-Si- , respondió el creyente, – Para este vuelo aéreo sí. Pero, justamente estaba orando, encomendándonos al Señor para el vuelo, y pensaba si algo malo llegara a ocurrir ¿qué pasaría con él? ¿Iríamos ambos al mismo destino? Yo sé adónde voy, porque he creído y recibido a Cristo como mi Salvador, ¿pero mi hijo? –
El amigo dijo:- Él es un buen muchacho -, pero, el padre lo interrumpió diciendo: – Yo sé que no es malo y que incluso cree, y no rechaza abiertamente cuando le hablo del Señor, pero, quisiera escuchar una confesión de su fe, y ver en su vida una conversión. Porque sé también que “los demonios creen y tiemblan” (Santiago 2:19) y sin embargo no son salvos, y que el infierno estará poblado de personas “buenas” que no necesitan de arrepentimiento (Lucas 15:7)
El joven, quedó pensando en estas verdades, Como todos debemos hacerlo en algún momento; primeramente por nosotros mismos, como también por la seguridad de la salvación de nuestros seres queridos.
Pensamientos para reflexionar