“Yo anuncié, y salvé… Vosotros, pues, sois mis testigos, dice el Señor” (Isaías 43:12)
“… Somos embajadores en nombre de Cristo” (2 Corintios 5:20)
“Nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo” (Filipenses 3:20)
Quien cree en el Señor Jesucristo y le recibió en su corazón como Salvador, camina siguiendo sus pisadas y es llamado cristiano.
Todo cristiano debe recordar que, aunque dejado sobre este mundo por un poco de tiempo, no pertenece al sistema de este mundo que ha excluido a Dios de sus pensamientos. (Juan 17:16) Su ciudadanía está en los cielos, y es por lo tanto aquí abajo un embajador de Cristo.
Un embajador representa a su país en el exterior. Hace conocer las virtudes y bellezas de su lugar de origen, y se esfuerza por mantener la buena imagen del mismo. Es cordial, y sabe mantener buenas relaciones, sirviendo siempre, presto para atender y disipar dudas en cuanto a los requerimientos del país al cual representa, ayudando desinteresadamente.
Como cristianos, embajadores de Cristo, deberíamos actuar así.
No mezclándonos en los asuntos de esta vida, tomando partido en sus disputas. “Ninguno que milita se enreda en los negocios de esta vida” (2 Timoteo 2:4)
Debemos manifestar nuestro origen celestial, viviendo como extranjeros y peregrinos. (1 Pedro 2:11)
Estando siempre prestos a ayudar y hacer el bien a todos, predicando incansablemente el evangelio de la gracia de Dios a toda criatura.
Pensamientos para reflexionar