“Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento” (1 Timoteo 6:6)
Hay cosas que nos dan ganancias en este mundo. Esas cosas, no siempre son las mismas que nos acarrean ganancias para con Dios. Generalmente, sucede lo contrario.
Pablo era un judío religioso, fariseo, estricto observador de la ley con mucho para jactarse en la carne (Filipenses 3:4) Criado a los pies de Gamaliel, un reconocido maestro judío. Sin embargo, reconoció que ante Dios y, para conocer a Cristo, eso tenía muy poco valor. Por eso dijo:
Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. (Filipenses 3:7)
Su posición en el judaísmo le daba reputación y prestigio, pero: “¿Qué aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Marcos 8:36)
Las verdaderas ganancias, son las que tienen relación con lo espiritual, no, las que nos envanecen y alejan del Señor.
Los seres humanos recibimos talentos preciosos de parte de Dios: Inteligencia, belleza, fuerza, creatividad… Cosas que nos hacen triunfar en la vida. Si las utilizamos primeramente para su gloria, cumplirán su propósito, de lo contrario, nos servirán de tropiezo.
Las ganancias que nos envanecen, traen ruina espiritual. Por eso hay personas dotadas, “Cuya gloria es su vergüenza” porque “…Sólo piensan en lo terrenal” (Filipenses 3:19)
Por eso, tengamos presente: La mayor de las ganancias, es tener a Cristo como Salvador.
En él, estamos completos (Colosenses 2:10)
Pensamientos para reflexionar