EL PECADO IMPERDONABLE ¿Cuál es el pecado imperdonable? ¿El suicidio, el homicidio son pecados imperdonables?

Alguien preguntó acerca del pecado imperdonable mencionado en el evangelio de Mateo. “Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; más la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada. A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero” (Mateo 12:31,32)

Y también acerca de otros pecados como el suicidio y el homicidio, considerados por muchos como pecados imperdonables,


Antes de considerar lo que dice la Biblia acerca de estos pecados, debemos decir que Dios nos perdonó en Cristo, “todos los pecados” (Colosenses 2:13) por lo tanto no debemos pensar en pecados imperdonables.

Es bien cierto, que no todos los pecados tienen las mismas consecuencias sobre la tierra, ni se manifiestan de la misma manera, sin embargo “Toda injusticia es pecado” (1 Juan 1:7) y Dios, que  es muy limpio de ojos para ver el mal (Habacuc 1:13) Debe pronunciarse en juicio sin consideración ante cualquier pecado; porque un solo pecado bastaría para que el hombre fuese enviado al infierno eterno.

El pecado se mide por el principio malo que encierra, y debido a la santidad de aquel ante quien se lo comete que es Dios. Esto es algo que los hombres olvidamos, y por eso hacemos diferencia entre pecado y pecado. Los hombres miran los hechos por sus consecuencias, Dios mira mucho más que eso, y ve, en cada pecado, el principio malo que lo produjo. Por eso, por ejemplo, a Dios  le desagradó tanto que David censara al Pueblo. Nosotros, hubiésemos pasado por alto ese pecado, sin embargo, por ese hecho, murieron del pueblo setenta mil hombres (2 Samuel 24:15)

Tengamos siempre presente, que no debemos tomar al pecado según nuestra apreciación, ni tampoco olvidar que Dios se vio satisfecho en Cristo, cuando él se ofreció como ofrenda por el pecado; porque  en virtud de eso, nos ofrece en Cristo un perdón completo de todos los pecados.

El pecado imperdonable

En relación al pecado imperdonable mencionado en Mateo, debemos decir primeramente que este es el pecado que cometieron los judíos en aquel momento cuando rechazaron al Cristo de Dios y blasfemaron contra el Espíritu Santo. Estaban frente al enviado de Dios, que manifestaba sus credenciales mesiánicas,  obrando con poder aun sobre los demonios, liberando a los oprimidos, y saqueando la casa del hombre fuerte (figura de Satanás);  Y ante esa evidencia, y no pudiendo negar los hechos extraordinarios que estaban viendo, se negaban a creer, atribuyendo el poder con el cual el Señor Jesús obraba, al poder de Satanás. El poder que obraba en Cristo demostraba que el reino había llegado, y es ese mismo poder, es el que más tarde mostrará el Hijo del hombre, en su manifestación para establecer el reino. Rechazar, atribuyendo el poder de Dios al diablo, es quedar fuera de todo beneficio. El Señor Jesús claramente lo dijo: “Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; más la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada. A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero” (Mateo 12:31,32) Esto, es necesario tenerlo presente, para darnos cuenta que este es el pecado del pueblo que rechazó al Señor en aquel momento, en que Jesús estaba corporalmente presente haciendo milagros,  y no el pecado que a veces las almas atribuladas en nuestros días, se preguntan si habrán cometido porque por mucho tiempo rechazaron el evangelio. El Señor dice que ese pecado  no sería perdonado, ni en ese siglo, (refiriéndose a ese período en el cual los judíos estaban bajo la ley) ni en el venidero, alusión al tiempo en el cual el Señor establecerá su reino con poder; y eso es fácil de comprender, pues ¿cómo podrían aquellos que atribuían a Satanás ese poder espiritual y rechazaban el poder del Espíritu, por el cual se establecería el reino tener vida y entrar en el?

La época actual que vivimos, en un paréntesis entre esos dos siglos o períodos, y es un tiempo de gracia, donde todo aquel que confiesa sus pecados ante Dios y acepta a Cristo como su salvador, tiene la plena certeza del perdón de todos sus pecados. “Porque el que cree en el Hijo, tiene vida eterna” (Juan 3:36)

La mala compresión de lo que es la gracia de Dios, y el desconocimiento  del alcance de la obra de salvación en Cristo, hacen que el hombre titubee ante ciertos pecados, a los cuales pasa a considerarlos “imperdonables” porque, a la salvación completa que Dios nos ofrece en virtud de la obra perfecta de Cristo en la cruz, le agregan algo más que deba hacer el hombre. Cuando quien pecó, no puede hacer aquello que los que mal interpretan la gracia esperan, a esa persona se la considera atada a su pecado, y a ese pecado cometido, como imperdonable.

Esta es la razón por la cual, muchos consideran el pecado de suicidio,  y el de homicidio, entre otros tantos,  como pecados imperdonables.

Suicidio

El suicidio es un pecado que no deja posibilidad a quien lo haya cometido de arrepentirse y pedir perdón, por eso, para muchos, quien cometió suicidio no puede ser salvo.  Este razonamiento se basa en lo que veníamos diciendo; a la obra de Cristo se le agrega la parte del hombre, que en este caso, sería la de confesar que ha pecado, para no perder la salvación. Eso es un error. La confesión cumple un papel clave en la salvación, porque escrito está: “Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (Romanos 10:9,10) Pero, luego de haber recibido al Señor Jesús como salvador y pasado de la muerte a la vida, se debe tener la certeza de que  “Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8:1)

Quien ya confesó a Cristo como su salvador, no queda exento de la posibilidad de pecar. Puede aún pecar, porque a pesar de que sus pecados han sido perdonados, aún hay pecado en él (1 Juan  1:8) Todavía está en un cuerpo de carne, vulnerable al pecado, y aunque el pecado en la vida de un creyente, ya no sea una práctica habitual, sino algo considerado como un accidente, quien es salvo, si llegara a pecar, debe confesar inmediatamente su pecado ante el Señor para recuperar, no su salvación, sino el gozo de su salvación y su comunión con el Padre. (Salmo 51:1-4, 12,  1 Juan 1:9)

Ahora bien, cuando se trata de suicidio, debemos considerar, que solamente Dios conoce el alma del suicida. El hombre está presto para juzgar los hechos, pero no puede juzgar el corazón. La Biblia dice: “El ánimo del hombre soportará su enfermedad; Mas ¿quién soportará al ánimo angustiado?” (Proverbios 18:14)  Este versículo nos muestra que Dios conoce nuestra condición y considera el poder que tiene en el  hombre el ánimo angustiado.

Dios siempre guardará a los suyos de toda obra mala. Él consuela al afligido y va en ayuda de quien  se deprime y tiene pensamientos suicidas, como fue el caso de Elías (1 Reyes 19:4) pero a veces lo que afecta al alma es algo más profundo y así como nuestro cuerpo se enferma, también se enferma la mente, y una mente bajo esa presión de la enfermedad puede llegar a perder totalmente el juicio. Juzgar esas situaciones, interpretar hasta donde llegan las responsabilidades etc. no nos corresponde ni podemos en este momento,  lo que sí podemos decir, es que si quien tristemente, llegó a cometer ese tan terrible pecado de quitarse la vida es un hijo de Dios, no deja serlo, ni pierde su salvación por no haber podido confesar su falta mientras estaba vivo en la tierra. La declaración del Señor Jesús, no deja lugar a dudas y nos da plena seguridad de salvación. Él dijo: “Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre” (Juan 10:28,29)  Nada ni nadie, puede hacer que alguien que verdaderamente es salvo por la sangre de Jesús, se pierda.

Homicidio

Con el pecado de homicidio también muchos encuentran dificultad, ya que si bien, quien lo comete puede confesar su pecado a Dios en arrepentimiento, no puede sin embargo hacer restitución por su pecado, pues no puede devolverle la vida a quien se la quitó, ni suplir esa ausencia en los seres queridos del difunto. Debido a esto, muchos piensan que este es un pecado  imperdonable, pero no es así. Dios perdona en Cristo, todos los pecados sin excepción. Los que nosotros podemos restituir y olvidar fácilmente, como también aquellos que no tienen restitución y que la vida no nos deja olvidar. Porque él hecho tras sus espaldas todos nuestros pecados. (Isaías 38:17)

Meditemos en la obra de Cristo en la cruz. En la perfecta eficacia de su sangre preciosa derramada a nuestro favor, y veremos que no hay pecado que Dios no pueda perdonar en Cristo.

Bien es cierto, que el hombre está bajo la  condenación del pecado bajo una triple base.

Por identificación con Adán. Motivo por el cual le es imputado el pecado de Adán, su cabeza federal, representativa, con el cual está vinculado en sus bendiciones y en sus desaciertos.

Por su naturaleza pecaminosa, completamente arruinada a causa del pecado y  por sus pecados cometidos voluntariamente. 

Sin embargo, los hombres se pierden por rechazar a Cristo, porque en Cristo, Dios solucionó todo lo concerniente a la condenación y otorga la salvación.

  • Al hombre identificado con Adán, lo vincula con Cristo, y entonces le hace saber que “Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8.1)
  • A quien le hace ver que su naturaleza está totalmente echada a perder, lo hace nacer de nuevo, dándole una nueva naturaleza con la cual sí, puede obrar para la gloria de Dios. Porque, es necesario recordar que nuestra naturaleza pecaminosa no fue mejorada, ni perdonada, sino condenada. Por eso, Cristo, no solamente murió por lo que hemos hecho sino por lo que somos por naturaleza (1 Corintios 5:21, Romanos 8:3)
  • Finalmente, a quien se reconoce como pecador y le atribulan los pecados que realizó, Dios, le hace saber que el Señor Jesús, “llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero…” (1 Pedro 2:24)

Considerando estas cosas a la luz de la Palabra, debemos decir que ningún pecado es imperdonable para quien recibe a Cristo como su Salvador. Y si lamentablemente, el pecado se comete luego de la conversión, tampoco es imperdonable, pues, el pecado en quien es un hijo de Dios, no le quita su salvación, sino que lo priva del gozo de su salvación y de su comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo, y para esto también Dios ha hecho provisión.

Se debe rechazar la idea de pecados imperdonables para aquellos que reciben a Cristo como su salvador y se colocan bajo el amparo de su sangre preciosa. Quizás, haya textos como el de la pregunta, que al hablar de la responsabilidad de los Judíos en la venida de Cristo, sean difíciles de comprender para quienes comienzan a leer la Biblia, y hay quienes sintiendo su pecaminosidad se preguntan si no habrán cometido el pecado imperdonable y ya no podrán ser salvos. A ellos le decimos que sentir el peso del pecado  y esa nueva visión que tienen ahora acerca de Dios y de ellos mismos, es una prueba fehaciente de que no lo han cometido, sino que por el contrario, están siendo trabajados por el Espíritu,  para pasar de la muerte a la vida y solo les resta creer  y recibir a Cristo para que aquella tristeza se convierta en gozo. 

Y para todo creyente que sienta el dolor de haberle fallado al Señor pecando luego de su conversión, le decimos que no se atribule, ni le preste oídos al acusador (satanás) Sino que sepa que esa tristeza que siente, si es la tristeza según Dios, es buena, porque lo conduce al arrepentimiento (2 Corintios 7:10) y ante el arrepentimiento y la confesión Dios obra siempre en restauración.

David, un hombre de Dios, que sin duda conoció bien lo que es el pecado, lo experimentó y dijo: “Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado. Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, Y en cuyo espíritu no hay engaño. Mientras callé, se envejecieron mis huesos En mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; Se volvió mi verdor en sequedades de verano. Selah

Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; Y tú perdonaste la maldad de mi pecado” (Salmo 32:5)


Preguntas bíblicas

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