Cosas que nos desalientan y no podemos cambiar.

Cuentan que una vez,  un rey, le propuso una tarea especial a uno de sus siervos.

Lo llamó y le dijo: – Siempre has sido fiel a mis mandatos. Yo me ausentaré por un tiempo, pero  te pido que cuides mis intereses como lo has hecho siempre y que empujes aquella roca que está bloqueando camino.

Sé que es pesada, pero tú no detengas, empújala con todas tus fuerzas, hasta que yo vuelva-

El siervo, acostumbrado a obedecer y deseoso de complacer a su señor, empezó temprano por la mañana con sus primeros intentos, y empujó fuertemente la roca, sin moverla un  milímetro. En cada nuevo intento tomaba fuerzas y  se acomodaba,  pensando desde que ángulo podía tomarla mejor haciendo palanca, pero la roca permanecía allí inconmovible.

Una gran frustración se apoderó de aquel hombre, pero, a pesar de eso, continuó día tras día intentando correrla.

Pasó mucho tiempo y el rey volvió. Llamó a su siervo, lo contempló con satisfacción y lo felicitó. Éste, aunque  contento de volver a ver a su Señor, bajó la cabeza y le dijo que a pesar de haber intentado cada día quitar la roca del camino, se sentía frustrado, pues no había conseguido correr la piedra.

El rey sonriendo le contestó: -Jamás te pedí que la corrieras, sólo te pedí que  empujaras, y que lo hicieras cada día con perseverancia. La roca seguramente iba a permanecer en su lugar y quizás a ti te parecería un esfuerzo vano, pero tu obediencia no lo fue, ya que  yo, quería que lo hicieras, para mantenerte fuerte y sano; firme, como te encuentras hoy a pesar del tiempo que ha pasado.

Mira tus músculos, se han tonificado. Tus fuerzas se mantuvieron intactas, porque cada día hiciste el esfuerzo. Eres un siervo fiel, no has fallado, sino todo lo contrario, porque  aun sin entender bien mi voluntad, lo intentaste con perseverancia-.

Esta historia nos hace pensar en aquellas situaciones donde nos encontramos desalentados sin comprender porque suceden las cosas.

Al igual que aquel siervo, los que hemos recibido a Cristo como nuestro Señor y Salvador,  también muchas veces  nos encontramos decepcionados cuando no comprendemos los propósitos del Señor en nuestras vidas y nos encontramos con cosas que nos son pesadas

Muchas veces, lo que nos ocupa a diario mientras velamos por los intereses de quien tanto nos amó, nos parece un gran impedimento, o un gran estorbo, y no le encontramos ningún sentido. Sin embargo, el Señor lo puso allí con algún fin,  y nuestra parte y responsabilidad,  no es comprender todas las cosas, sino ser fieles en el lugar y en la condición  que nos puso.

Job, encontró un gran impedimento en su vida. Siendo un hombre fiel, del cual el mismo Dios dio testimonio. Se encontró de un momento a otro  privado de todo, incomprendido y enfermo. Sin embargo, mantuvo su integridad. Hasta allí, manifestó una grandeza de ánimo sorprendente. Sin embargo, para él “la piedra no se corrió”, sino hasta llegar a la conclusión de aborrecerse en polvo y ceniza. Cuando se vio realmente nada ante la grandeza de Dios, el Señor mismo lo levantó bendiciéndolo ricamente  y multiplicándolo en todo. (Véase Job 1: 22 cap 42:6)

Pablo, tuvo un privilegio especial. Una misión confiada a él muy particularmente, tocante a la revelación de lo que es la Iglesia. Fue Apóstol de Jesucristo, Profeta, para anunciarnos todo el consejo de Dios;  un cuidadoso pastor, un maestro excelente de las verdades divinas y  un evangelista incansable. Tuvo todos estos dones maravillosos, pero también un aguijón en su carne, lo cual lo hizo clamar a Dios tres veces para que se lo quitara y sin embargo, sólo escuchó de parte de Dios: “bástate mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Corintios 12.9) Así, comprendió que esto le era necesario para mantenerlo en humildad y en la pequeñez conveniente. La piedra no le fue quitada, pero lo fortaleció, manteniéndolo fuerte y firme en su fe, aferrado al Señor y en su dependencia. Pablo es quien escribiéndole a los hermanos de Filipos, pudo alentarlos y decirles: “Regocijaos en el Señor siempre” (Filipenses 4:4) ¿y dónde estaba aquel que los alentaba así? Les estaba escribiendo desde una lóbrega prisión romana, pues era prisionero de Jesucristo.

¡Cuántas cosas habrán pasado por el corazón de éste siervo de Dios! A Filipos llegó, cuando, a pesar de su deseo de  seguir extendiendo el evangelio en Asía, se vio impedido por el Espíritu Santo y tuvo la visión de un joven que le decía “pasa a Macedonia y ayúdanos” dando por cierto que Dios los llamaba a que llevaran el evangelio hacia aquella zona. ¿Y obedeciendo al Señor, qué encontraron? Podemos decir con convencimiento que encontraron cosas maravillosas, almas preparadas, y un verdadero gozo en el Espíritu Santo, aunque, ante la apreciación carnal de las cosas, podrían haberse desalentado, ya que rápidamente terminaron encarcelados y azotados  cruelmente. (Véase  Hechos Cáp. 16)  ¡Cuántas aparentes contradicciones podríamos encontrar en estos acontecimientos!  Sin embargo, Pablo y Silas cantaban cánticos en la noche al Dios que servían,  sin que esas circunstancias turbaran sus almas. La fe descansa tranquila confiando en aquel en quien ha creído. 

Como dice el Himno. “No juzguéis por los sentidos los designios del Señor, si parece que las pruebas contradicen su amor”

No siempre sabremos porque suceden las cosas, pero siempre podremos descansar confiados en que “A los que Dios aman todas las cosas les ayudan a bien” (Romanos 8:28)

La fe no necesita saber todos los porque, ella descansa confiadamente conociendo “a quien ha creído” (2 Timoteo 1:12) Llegará un momento, en que en la presencia del Señor conoceremos todos los detalles, así como hoy en día somos conocidos por el Señor.

En aquel momento, de nuestro corazón solo brotará la adoración porque veremos que por las circunstancias por la que el Señor nos condujo en el camino, eran las necesarias. “Para a la postre hacerte bien” (Deuteronomio 8:16)

También sobre esta tierra muchas veces haremos la experiencia de darnos cuenta como el Señor ha sacado algo bueno de aquello que fue tan malo. “Para consolar a los que están en cualquier tribulación por medio de la consolación con que NOSOTROS SOMOS CONSOLADOS POR DIOS” (2 Corintios 1: 3 al 5) Porque, habiendo hecho tales experiencias, podemos asemejarnos a aquellos de los cuales se dice: “porque ellos han visto las obras del Señor  y sus maravillas en las profundidades” (Salmo 107.24)

Y cuando lleguemos a su presencia en los cielos, experimentaremos perfectamente lo que solemos cantar cuando expresamos:

En la célica morada de las cumbres del Edén

Donde cada voz exalta al autor de todo bien.

El pesar olvidaremos, y la triste cerrazón,

Tantas luchas del espíritu, con el débil corazón.

Si allí será gratísimo, en el proceder pensar,

Del Pastor fiel y benéfico que nos ayudó a llegar.

Lectura de la semana

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