«¿Quién arrancó esa flor?» Fue la pregunta efectuada por un jardinero. Una flor apreciada, el orgullo del jardín, había sido cortada de su tallo. Desde que era pimpollo hasta que fue una tierna flor había sido admirada y cuidada. ¿Quién era el que se había animado a llevarse esa flor?
La contestación fue, » El Señor»
Sí, el dueño pasando a lo largo de la senda de piedrecillas, había reparado en ella, la había admirado, y la había cortado. Era suya y admirándola se la había llevado para su disfrute…
Oyendo la contestación, el jardinero quedó satisfecho.
El propietario mismo había visto, con placer, el resultado del trabajo del jardinero, y se había llevado la flor elegida para su deleite.
Si nuestro amo y Señor se llevó para sí una de las más selectas flores del jardín de nuestras vidas, ¿habremos de objetar? Era suya; el tenía el derecho de cortar la flor, y El había hecho uso de ese derecho: Quizás ese ser amado estuvo mucho tiempo junto a nosotros, y habíamos creído que la flor era nuestra, pero no era así. Era suya. “No sois vuestros… habéis sido comprados por precio» (1 Corintios 6:19,20) Son sus palabras de advertencia a todos nosotros. Todo lo que tenemos, lo tenemos en custodia.
Esto fue lo que Job reconoció, cuando dijo, » El Señor dio y el Señor quitó; sea el nombre del Señor bendito.» (Job 1:21)
Nosotros le conocemos de forma más completa que la que Job pudo haberle conocido, por cuanto nuestro Señor vino y ha sufrido por nosotros. En su gracia El, aunque rico, por amor a nosotros » se hizo pobre, para que <nosotros> con su pobreza fuésemos enriquecidos» 2 Corintios 8:9 El se entregó a si mismo sin reservas. Vendió todo lo que tenía y se entregó a Si mismo a nuestro favor.
¿No habremos de confiar en El que siempre actúa con la buena voluntad de Su bondad, y que actúa en amor y gracia hacia nosotros en todas las cosas?
El niño, o padre, hermano, hermana, amigo creyente que nos ha dejado, ha sido elegido por el maestro para sí en las cortes celestiales.
¡No murmuremos! El Maestro tiene a los amados Consigo y nosotros tenemos al Maestro con nosotros hasta aquel feliz día cuando juntos seamos todos introducidos en el reino de luz y gloria…
Adaptado. Fragmento del libro Cánticos para los Tiempos de aflicción y sufrimiento de I. Fleming. Traducido del inglés.
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