
“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos” (Isaías 55:8,9)
“El hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Corintios 2:14)
“Cuán grandes son tus obras, oh Jehová! Muy profundos son tus pensamientos. El hombre necio no sabe, Y el insensato no entiende” (Salmo 92:5,6)
El hombre natural no comprende el pensamiento de Dios, pues su cosmovisión se lo impide. Su apreciación se orienta en comprender las cosas desde lo humano. Ordenando así los factores, nunca llegará al resultado correcto.
Las cosas divinas, deben verse siempre del lado de Dios.
Por ejemplo: A Cristo, no hay que interpretarlo desde la cosmovisión del hombre, sino, al hombre desde la cosmovisión de Cristo. Porque Cristo es el hombre perfecto, que da la medida perfecta de lo que Dios espera del hombre y de lo que agrada a su corazón.
Cuando Dios se revela en la Biblia, siempre comienza por el lado divino. Al hablarnos del tabernáculo como su morada en la tierra y describir sus partes, comienza desde su habitación, su santuario, luego el atrio y luego la parte de afuera. El hombre hubiera comenzado esta descripción al revés, desde afuera hacia adentro.
Algo similar sucede con los sacrificios del Levítico. Se comienza por el holocausto (Levítico 1) que es el sacrificio que nos habla de la entrega de Cristo puramente para satisfacer a Dios y así avanza, hasta que en el capítulo 16 recién se encuentra el sacrificio de la expiación para la reconciliación del pueblo.
Dios revela cosas que ojos no vio, ni oído oyó ni han subido al corazón del hombre (1 Corintios 2.9) que necesitamos interpretar por el Espíritu y desde la visión de Dios.
Pensamientos para reflexionar