“A ti, pues, hijo de hombre, te he puesto por atalaya… y oirás la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte” (Ezequiel 33:7)
“Y enseña a ellos las ordenanzas y las leyes, y muéstrales el camino por donde deben andar, y lo que han de hacer” (Éxodo 18:20)
Un creyente se encuentra con un conocido que no conoce a Dios ni su salvación. El creyente busca hablarle del salvador, su interlocutor esquiva las conversaciones y muestra desinterés, hasta que, muy sutilmente, el creyente puede hacerle notar que él cree en Cristo, y se despide diciéndole que Jesús lo ama.
En una autopista que atraviesa un río, el puente acaba de derrumbarse. Un automovilista que salvó su vida milagrosamente, se para a 80 metros del derrumbe, y les hace señas a los autos que vienen para que disminuyan la velocidad.
En ambas situaciones, podríamos decir que se obró bien. Sin embargo, dada la gravedad de las situaciones, lo que se hizo fue poco.
Reflexionemos: En un accidente como el de la autopista, no alcanza con hacer señas para que bajen la velocidad. Hay que detenerlos de alguna manera más eficaz porque se dirigen a una muerte segura. Lo mismo en el caso del evangelio, no basta con hacerles notar sutilmente a las personas la existencia de Dios y su amor, sino decirles el peligro en el que se encuentran si no aceptan al Salvador.
Dios encomienda claramente:
“Libra a los que son llevados a la muerte; Salva a los que están en peligro de muerte” (Proverbios 24:11)
“Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo… que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo” (2 Timoteo 4:1,2)
Pensamientos para reflexionar