“He aquí que yo les traeré sanidad y medicina; y los curaré, y les revelaré abundancia de paz y de verdad. Y haré volver los cautivos de Judá y los cautivos de Israel, y los restableceré como al principio. Y los limpiaré de toda su maldad con que pecaron contra mí; y perdonaré todos sus pecados con que contra mí pecaron, y con que contra mí se rebelaron” (Jeremías 33:6-8)
Todo cuanto el hombre necesita se encuentra en Cristo. Vivimos en un mundo arruinado por los efectos del pecado. En el cual, como dijo el Señor: “Tendréis aflicción” Y para que en él siempre tengamos paz, agregó, “pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16.33)
Por eso, a pesar de que sobre esta tierra se sufra, todo lo que el hombre necesita se encuentra en Cristo. En él, la paz y sostén para seguir adelante, y en él la medicina para nuestro mal.
Dios nunca queda sin respuestas, ni hace cosas que lo dejen luego con las manos atadas para bendecir. Dios es justo y recto y muy limpio de ojos para ver el mal (Habacuc 1:13) Sin embargo, es un Dios de gracia y perdonador y jamás desestima al corazón contrito y humillado, que confiesa arrepentido su pecado.
Los creyentes nos quedamos sin respuestas muchas veces, por no saber discernir la voluntad y el pensamiento de Dios. Pero el Señor Jamás. No hay pecado que Dios no pueda perdonar a aquellos que se arrepienten y lo confiesan. Nunca el Señor trata al corazón arrepentido como al de los impenitentes, diciéndoles: “No hay medicina para tu quebradura; tu herida es incurable” (Nahum 3:19). Dios perdona y restaura en Cristo.
Por eso: “Como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios” (2 Corintios 5:20)
Pensamientos para reflexionar