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“El que de arriba viene, es sobre todos; el que es de la tierra, es terrenal, y cosas terrenales habla; el que viene del cielo, es sobre todos. Y lo que vio y oyó, esto testifica; y nadie recibe su testimonio. El que recibe su testimonio, éste atestigua que Dios es veraz” (Juan 3:31,33)
Jesús es quien descendió del cielo y es sobre todos. Quien testificaba lo que vio y oyó, aunque nadie recibía su testimonio (Juan 3:31,32)
Su testimonio era claro. Presentaba la gracia de Dios que necesitaban los hombres, pues a causa del pecado todos estaban destituidos de la gloria de Dios y el reino no podía establecerse en esas condiciones. Un reinado de justicia, no podía establecerse entre personas injustas y pecadoras. Para que el hombre pudiese entrar en el reino de Dios, era necesario nacer de nuevo. Tener un nuevo nacimiento en el sentido espiritual, por medio del Espíritu Santo. Pero, para que esto se cumpliera y el hombre pecador fuera regenerado, era necesario que Jesús, el Hijo del Hombre fuera levantado en la cruz del calvario para morir por nuestros pecados. Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto (Juan 3: 10-15)
Por eso, ser salvo, no es simplemente decir: Yo creo en Dios. A las personas hace falta preguntarles: ¿Has aceptado el testimonio de Dios? ¿Aceptas lo que él dice de sí mismo, y lo que dice de ti y de la condición en la que te encuentras a causa del pecado? ¿Aceptas su testimonio y por lo tanto confías solamente en Cristo como tu Salvador? Si puedes contestar SÍ a esas preguntas, entonces eres salvo por la fe en Cristo Jesús, y testificas por creer que Dios es veraz.
Pensamientos para reflexionar
