
“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20)
Martín Lutero solía decir: “Todos quieren al Cristo de la cruz, pero nadie quiere la cruz de Cristo” Creo que todos comprendemos el sentido de la frase, porque somos conscientes de que hay un aspecto de la cruz que es el que menos se comprende. Ese aspecto es el que nos enseña la cruz tocante a nosotros.
Los creyentes comprendemos que, en la cruz, Jesús murió de manera sustitutoria por nuestros pecados, Pero, a veces no tenemos tan presente que allí no solo él fue crucificado, sino que cada creyente también lo fue, y que por lo tanto debe decir: Allí también yo fui crucificado (Gálatas 2:20) Y terminé mi vida como pecador.
Muchos quieren tener vida eterna, pero sin morir a la vieja vida, y eso es imposible. La vida se adquiere sobre la base del sacrificio de Cristo hecho en la cruz del calvario, y la cruz habla de muerte.
Pablo estaba tan identificado con Cristo, con su muerte y su vida que decía con convencimiento: Me gozo en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo” (Gálatas 6:14)
¿Dónde quedó el mundo con todas sus atracciones para Pablo? Quedó crucificado en la cruz del calvario. ¿Dónde estaba Saulo de tarso para el mundo? Se había terminado allí también en la cruz, donde fue crucificado juntamente con Cristo.
Pensamientos para reflexionar