“Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos” Juan 4:21,22)
“Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre. Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios” (Hebreos 13:15,16)
Los cristianos adoramos lo que sabemos, porque adoramos al único y sabio Dios (Romanos 16:27) sabiendo que la salvación vino de los judíos (Juan 4:22) Adoramos sabiendo que Jesús, el Hijo de Dios, nuestro Salvador que vino al mundo para salvarnos, es el león de la tribu de Judá.
Adoramos a Dios, por lo que él es, teniendo una revelación que los santos de otros tiempos no tuvieron, pero, además, lo adoramos por lo que ha hecho: La obra magnífica de nuestra salvación.
Los cristianos, adoramos en espíritu y en verdad (Juan 4: 24) desde la posición filial que tenemos como hijos, hijos que conocen su amante corazón y responden al deseo de Dios el Padre, que busca adoradores que le adoren de esa posición, en espíritu y en verdad.
En espíritu, porque lo hacemos no en nuestra vieja naturaleza, adorando en la carne. Pues él buscaba adoración en espíritu y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. (Juan 3:6) Esto nos hace ver que la nueva vida producida por el Espíritu Santo, (Espíritu con mayúscula) es llamada espíritu y es la naturaleza conveniente para que Dios que es Espíritu, sea adorado por los hombres.
También nos dice: “Y en verdad”, porque no es según nuestro parecer, sino según su revelación, según la verdad revelada.
Éste es el privilegio que tenemos como rescatados y que debemos realizar como respuesta de amor.
Pensamientos para reflexionar