“El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (1 Samuel 16:7)
“Porque si dijeres: Ciertamente no lo supimos, ¿Acaso no lo conocerá el que pesa los corazones? El que mira por tu alma, él lo conocerá” (Proverbios 24:12)
Dios mira el corazón, es bien cierto, pero, cuando se utiliza esa verdad para justificar cualquier forma de carnalidad, diciendo: No importa lo que haga un creyente, ni como se presente delante de Dios, porque no son las formas externas lo que Dios ve, sino el corazón; se está malinterpretando el versículo y rebajando la santidad divina.
Hay quienes dicen que no importa tanto la solemnidad en las reuniones, ni la observancia de lo que está escrito en la Biblia acerca de cómo debe vestirse y conducirse un creyente, pues Dios mira el corazón. Esto no es así. Importa y mucho, pues nos reunimos en la presencia de “quien es muy limpio de ojos para ver el mal” (Habacuc 1:13) Y él desea nuestra obediencia.
Dios mira el corazón, y conoce la fe, y los pensamientos y sentimientos de todos los hombres, pero, los hombres, no ven lo que hay dentro del corazón de su prójimo, sino en la medida que esto se manifiesta en su exterior.
Lo puro y santo de dentro del corazón, se muestra en el exterior, “en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible” (1Pedro 3:4) en todos los detalles, “con pudor y modestia” (1 Timoteo 2:9)
Alguien una vez dijo: Si fuéramos más espirituales, repudiaríamos llevar en nosotros, todo cuanto nos asemeje y confunda con el mundo que rechaza a nuestro Salvador.
Pensamientos para reflexionar