VOSOTROS SOIS LA SAL


La sal en tiempos bíblicos era muy apreciada. Se utilizaba para evitar que ciertos alimentos se echaran a perder. Para cocinar, ya que la sal da el toque de sabor tan necesario en la combinación de alimentos, y un sinfín de usos más, ya que posee muchas propiedades.

El Señor llama a los suyos la sal de la tierra. Esto nos hace pensar que los suyos sobre esta tierra somos los que le damos ese toque de sabor a las cosas que aprecia. Somos aquellos que, manifestando la vida y pureza de Cristo en nosotros, impedimos que ciertas cosas en la tierra se precipiten a la corrupción. También, así como la sal naturalmente produce sed, Dios despierta por medio del buen testimonio de los suyos, esa santa sed de su conocimiento. 

Todas estas cosas suceden, cuando se vive según el pensamiento de Dios, porque si la sal pierde su sabor, no sirve más para nada.

La sal pierde su sabor cuando los creyentes se desapegan de Cristo. Cuando las cosas del mundo comienzan a ocupar el espacio en el corazón que le corresponde al Señor. Así poco a poco, el Señor es desplazado y pasan a ser otras las prioridades. Cuando esto sucede, aunque se levante la bandera del evangelio, la sal pierde su sabor y no cumple su cometido.

Recordemos que separados de Cristo nada podemos hacer (Juan 15:5)


Pensamientos para reflexionar

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