
“El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? y si soy señor, ¿dónde está mi temor? dice Jehová de los ejércitos a vosotros” (Malaquías 1:6)
“Y volviendo en sí, dijo: … Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti” (Lucas 15:17,18)
Por lo general, el hombre, en su juventud, desoye la voz de sus mayores, cuestiona todo lo que se le dice, e influenciado por el pensamiento de aquellos que lo influencian, rechaza el consejo, creyendo tener una visión más actual y acertada de las cosas. Así se va independizando, estando solo con los suyos cuando se trata de recibir, pues cuando se le demanda obediencia se enoja y se aísla. Este proceder es continuo, hasta que cae en desgracia. Allí se vuelve para reclamar ayuda, pues, se cree con derecho a que se lo levante y cuando se le habla de arrepentimiento, rápidamente pone un freno, diciendo haberse arrepentido, pero aplicando un ya basta para que no se hable mas del asunto ni se revuelvan las cosas.
Todo quien haya vivido una situación así con sus hijos, no puede evitar preguntarse: ¿Cómo puede ser? Y dolerse, Sin embargo, debemos reconocer que de la misma manera obramos todos para con Dios. Decimos fácilmente que siempre hemos amado y respetado a Dios, pero fue a nuestra manera. Amamos a Dios, como amamos a nuestros padres, amándonos más a nosotros mismos. Con todo y con eso, Dios sigue amándonos y nos espera con los brazos abiertos para perdonarnos y darnos una vida nueva.
Por eso, si reconoces haberte alejado pecando contra el cielo y contra Dios, vuélvete arrepentido invocando al Señor Jesús y serás perdonado.
Pensamientos para reflexionar