“Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo… que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo” (2 Timoteo 4:1,2)
“Pero desecha las cuestiones necias e insensatas, sabiendo que engendran contiendas. Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él” (2 Timoteo 23-26)
Los creyentes debemos estar siempre listos para predicar el evangelio a las personas con quienes nos encontramos. El Señor espera simplemente eso. Y cuando nos encontramos con personas que nos cuentan sus creencias en los ídolos o en cosas fantasmagóricas como apariciones de muertos, visiones y toda forma de creencias que ellos basan en lo que han visto o experimentado, debemos igualmente predicarles el evangelio claramente. Hablarles de lo nuestro, no de lo de ellos. No caer en el error como muchas veces nos ocurre, de entrar en discusiones tratándole de explicar las cosas para que razonen. Ellos han tomado la decisión de creer en lo que han visto y sentido y quieren creer en eso sin constatar por la Biblia si eso es verdad o no, si es procedente de Dios o no… Simplemente decidieron creerlo y no hay forma de hacerlos razonar. Se necesita un poder mayor de convencimiento que el que disponemos humanamente. El poder que posee Dios, aunque Dios primero, los convencerá de pecado por no creer en Cristo (Juan 16:8) Para luego trabajar en un entendimiento renovado.
Cuando nos encontramos con personas en esas condiciones, debemos ser bien simples pero precisos para presentarle a Cristo. No podemos apelar a su limpio entendimiento, pues ellos tienen el entendimiento entenebrecido. (Efesios 4:18) Y no comprenderán. Por eso, simplemente, debemos presentarle a Cristo como Salvador para que crean y se salven.
Pensamientos para reflexionar