“¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia” (Miqueas 7:18)
“Cristo Jesús… con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados” (Hebreos 10:14)
En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo (1 Juan 4:17)
Las tiendas de ropa, ofrecen artículos de segunda selección, a precios más accesibles. Estos artículos se catalogan así, porque tienen pequeñas fallas en la terminación de alguna costura, están mal numerados o cosas por el estilo.
Para muchos, esto que sucede con la indumentaria, sucede también entre los hijos de Dios, y es como que sienten que hay cristianos de primera y de segunda. Obviamente, esto no lo dicen, pero se infiere al ver que piensan que Dios perdona el pecado y restaura en el cielo, pero en la tierra hay cosas que quien pecó, aunque perdonado por Dios, no puede gozar.
Eso no es así. Sabemos que pecar no es gratuito, y que, aunque la gracia de Dios perdona y restaura muchas veces quedan consecuencias que afligen. Pero, Dios no tiene hijos de primera y de segunda selección. La eficacia de la obra de Cristo lo garantiza.
Muchos tendían reservas ante la mujer samaritana, ante María Magdalena de la cual habían salido siete demonios, o ante la mujer pecadora que había lavado con sus lágrimas los pies del Señor (Lucas 7:37) por ser personas “con fallas” A otro les costaría perdonar a David y volver a confiar en Juan Marcos, porque ambos fallaron siendo ya creyentes, pero, para Dios “aceptos en el Amado” (Efesios 1:6) mantuvieron como todos los santos, una relación con Dios sobre la base de la gracia.
Pensamientos para reflexionar