SACERDOCIO SANTO Y REAL SACERDOCIO

“Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén”  (Apocalipsis 1:5,6)


El apóstol Pedro nos enseña sobre el sacerdocio de los creyentes.

“Allegándoos a él, piedra viva, desechada ciertamente por los hombres, más para Dios escogida y preciosa, vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y SACERDOCIO SANTO, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo… Mas vosotros sois linaje escogido REAL SACERDOCIO, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:4-9)

Aquí tenemos la enseñanza del sacerdocio universal de los creyentes, derecho vedado por todo clero que solo da este privilegio, a los sacerdotes declarados como tales, por otros hombres.

Como sacerdotes, nos presentamos delante de Dios en intercesión y adoración. Esto no requiere dones, como el ministerio de la Palabra etc.  Todos los renacidos formamos parte del sacerdocio y debemos obrar como tales para la gloria de Dios.

Nuestro sacerdocio tiene dos aspectos:

SANTO, pues lo conformamos los santificados en Cristo Jesús, quienes nos presentamos ante un Dios Santo, para adorarle, ofreciendo sacrificios espirituales por medio de Jesucristo; como lo hacemos, particularmente, al celebrar  la Cena del Señor.

Y REAL, porque formamos dentro del reino de Dios, un reino de sacerdotes que  anuncian las virtudes de quien nos amó y nos redimió. Esto lo hacemos particularmente cuando proclamamos el evangelio de Cristo.


Pensamientos para reflexionar

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