“Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres” (Colosenses 3:23)
“Hacedlo todo para la gloria de Dios” (1 Corintios 10:31)
Los creyentes, cuidamos mucho nuestra imagen cristiana y tenemos un cuidado especial en dar un buen testimonio. “Testimonio de buenas obras” (1 Timoteo 5:10) “Testimonio acerca de Cristo” (1 Corintios 1:6)
Esto es algo muy bueno. Sin embargo, debemos tener presente que en realidad, la instrucción divina nos enseña a realizar todas las cosas, buscando siempre la gloria de Dios (1 Corintios 10:31) no en sí mismo nuestro buen testimonio.
El buen testimonio, lo daremos inevitablemente cuando todas nuestras acciones sean hechas para la gloria de Dios.
Esto, aunque parezca sutil y contradictorio, es necesario que lo diferenciemos.
Quienes primeramente cuidan su testimonio cristiano, llegado el caso de estar vinculados con algún pecado que los relacione, tratarán de ocultarlo, o de ser posible no se identificaran con el mal, “para no dar un mal testimonio”. Cuando, si por el contrario, pensaran en la gloria de Dios, confesarían sus flaquezas y faltas, diciendo como dijo Aarón: “A mí me han sucedido estas cosas… (Levítico 10:19)
Muchos pecados han sido disimulados, para evitar dar “un mal testimonio”.
Muchos ante la responsabilidad de un pecado familiar, se han excusado diciendo: Yo no pequé, fue mi hijo, mi hija… Cuando, por el contrario, Dios nos enseña, que reconocer el mal y juzgarlo, es lo que lo glorifica, y lo que hace que nos mostremos “limpios en el asunto” Ver (2 Corintios 7:11)
Pensamientos para reflexionar