“En el día del bien goza del bien; y en el día de la adversidad considera. Dios hizo tanto lo uno como lo otro…” (Eclesiastés 7:14)
Se dice con justa razón que, el mismo sol que derrite la nieve, endurece el barro.
Las circunstancias difíciles y las calamidades, son tomadas de manera distinta por personas de un mismo entorno. Algunos se quebrantan y vuelven a Dios. Otros, se endurecen y hasta llegan a decir: ¡Si Dios existiera esto no pasaría!
Por esta razón, si bien, Dios utiliza todas estas cosas para trabajar los corazones, pues: “Luego que hay juicios en la tierra, los moradores del mundo aprenden justicia” (Isaías 26:9) No son estas cosas en sí: las circunstancias, los milagros o las tragedias las que convierten a las personas de sus malos caminos; sino, La Palabra accionada por el Espíritu Santo. Por eso, “Si oyereis hoy su voz, No endurezcáis vuestros corazones (Hebreos 4:7)
La nieve nos hace pensar en lo que viene de arriba, lo celestial. El barro, en lo de abajo, lo terrenal. El hombre que solo cree en lo que ve, y piensa, terrenalmente; se endurece como el barro en sus razonamientos.
Quien se eleva hacia cosas espirituales, para mirar más allá, con una perspectiva celestial; se derrite como la nieve ante la grandeza de Dios; aunque no comprenda el porqué de todas las cosas.
Vuelve ahora en amistad con él, y tendrás paz; Y por ello te vendrá bien… pon sus palabras en tu corazón. Job 22:21-22
Pensamientos para reflexionar