“Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido” (Lucas 18:14)
“Sea Dios veraz, y todo hombre mentiroso; como está escrito: Para que seas justificado en tus palabras, Y venzas cuando fueres juzgado” (Romanos 3:4)
Este pasaje nos muestra, que Dios es el que siempre tiene razón y jamás se equivoca. Que lo que dice es así, y no podemos discutir con él.
Por sus palabras el hombre muestra lo que hay en su corazón, y por sus palabras puede ser justificado y salir vencedor en el juicio.
¿Cómo?, ¿Cuándo?, ¿De qué manera? Cuando con sus palabras confiesa el pecado, y no busca argumentos.
Cuando se humilla bajo la poderosa mano de Dios. (1 Pedro 5:6) y se condena a sí mismo, por lo que ha hecho. Dios, entonces lo justifica.
En cambio, por el contrario, cuando alguien, defiende su causa, y justifica su mal, Dios lo condena.
Dios dice: “El que diga pequé y pervertí lo recto” (Job 33:27) será redimido.
No hay pecado que Dios no pueda perdonar, si se condena y confiesa. Pues, esa actitud, manifiesta arrepentimiento.
Quien se arrepiente y confiesa el pecado, es perdonado y restaurado por Dios.
Sin embargo, hay personas que nunca son restauradas, porque en realidad, no buscan la restauración, sino una vindicación. Son quienes habiendo pecado evidentemente, argumentan a su favor, atribuyéndole a Dios demasiada severidad y justificándose. Mostrando con esas actitudes, que no están arrepentidos verdaderamente.
Pensamientos para reflexionar