
“Todo lo que Jehová quiere, lo hace, en los cielos y en la tierra, en los mares y en todos los abismos” (Salmo 135: 6)
“Reconoced que Jehová es Dios; Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos” (Salmo 100:3)
El hombre respeta y considera los atributos de Dios que le favorecen, pero, hay un atributo divino ante el cual se resiste: el de su soberanía.
Dios es soberano (1 Timoteo 6:15) Lo que quiere decir que está por encima de todos y hace lo que quiere, cuando quiere y como quiere, sin dar cuentas de sus razones.
Que Dios sea amor no molesta a nadie, pero sí, que Dios desde su trono dictamine lo bueno y lo malo. El hombre quiere ser Dios, y no quiere rendirse ante su creador, ni que nadie le diga lo que tiene que hacer.
Cuando en la presentación del evangelio, se mencionan el amor de Dios, su gracia y misericordia, la gente escucha con gusto, pero cuando oyen que Dios les dice: “Dame hijo mío tu corazón y miren tus ojos por mis caminos” (Proverbios 23:26) ya toman otra postura. Cuando escuchan que “Dios manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hechos 17:30) Se resisten y cierran sus corazones.
Por no querer reconocer la soberanía de Dios, los hombres se pierden eligiendo creer cualquier doctrina, incluso la teoría de la evolución; porque si reconocieran a un creador, deberían reconocerse como sus criaturas, escucharlo y obedecerle; y a eso se niegan tremendamente.
Solo quienes reconocen a Dios y aceptan su testimonio, reciben la salvación en Cristo Jesús.
Pensamientos para reflexionar