“Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén” (Lucas 24:46,47)
“Porque en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hechos 4:12)
Cuentan que en tiempos de Wesley un hombre soñó que fue llevado por un ángel a la puerta del infierno y oyó gritos y gemidos espantosos. Entonces ante tan terrible panorama, le preguntó al ángel si entre todos los perdidos que sufrían, había católicos, a lo cual el ángel le dijo que sí. Entonces, enseguida preguntó si también en el tormento había miembros de la iglesia del Estado, y el ángel nuevamente contestó afirmativamente.
Pensando en esto, fue llevado a las puertas del cielo, donde se respiraba una atmósfera de paz y una dulce melodía inundaba su corazón. Entonces preguntó: ¿Aquí al cielo vienen los católicos? -No, respondió el ángel … – ¿y miembros de la Iglesia del estado? – Tampoco fue la respuesta tajante de aquel angélico servidor. El hombre consternado, porque nunca había imaginado tales respuestas, dedujo que entonces en el cielo, estarían solamente los de su denominación, pero llevado por su consternación preguntó: ¿Es decir que entonces solo los metodistas van al cielo? —Oh, no. – Dijo el ángel enfáticamente. Lo cual confundió más a quien preguntaba quien entonces dijo: entonces, ¿para quién es el cielo? ¿Quiénes son los salvos?
El ángel respondió: El cielo es para todos los lavados por la sangre del cordero. Quienes creen en el Señor Jesús como su único salvador. Pues en el cielo no se reconoce a ninguna denominación.
Pensamientos para reflexionar